Vektor se postulan a disco del año con este ambicioso Terminal Redux. Diez temas en una hora y cuarto sin un segundo de relleno donde expanden los horizontes de su thrash progresivo marca de la casa, caminando por terrenos inexplorados mientras mantienien todo aquello que los ha convertido en uno de los grupos más frescos y originales del panorama metalero actual.

Albert Vila

Bueno bueno bueno. Menudo discazo se acaban de cascar los amigos Vektor. Desde que asomaron la cabeza en 2009 con el espectacular y crudo Black Future, el cuarteto de Arizona ha estado en el radar de todo aquel que gusta de agresividad sazonada de progresión y originalidad. Terminal Redux es su tercer trabajo, y por tercera vez se trata de un disco impecable. Por el camino han dejado atrás el aire hardcore punk sucio encantador que les acompañaba al principio de su carrera. Este nuevo disco suena más limpio, más sofisticado, más diverso, menos inocente, más personal, y el resultado final no pierde un ápice de agresividad o autenticidad.

Hace ya unos años que el revival del thrash ochentero está de moda en el underground del metal. Y si bien hay muchos grupos de calidad (en la península mismo tenemos varios ejemplos, con Angelus Apatrida o Crisix a la cabeza), pocos han dado realmente un paso más allá y intentado trascender el género ofreciendo algo diferente. Vektor lo hicieron desde el primer día, y en Terminal Redux han expandido aún más su ya de por sí rico y complejo sonido, experimentando mucho más con la melodía y adentrándose en zonas progresivas que les eran vírgenes hasta ahora.

En ningun momento han intentado ocultar que su grupo de referencia tanto musical como temáticamente son los canadienses Voivod (el logo, sin ir más lejos, es un homenaje más que obvio). En este disco, de todas maneras, se sacuden un poco esta influencia. Aún está presente en muchos pasajes, claro, pero se apartan un poco del sonido y espíritu garajero de los canadienses para ir mucho más allá. Nunca he sido un fan acérrimo de Voivod. Aunque les respete enormenente, no es un grupo que me acabe de llegar. De hecho, a riesgo de jugarme la lapidación por parte de los más trues, a mí lo que Vektor ha sacado al mercado hasta el momento ya me motiva bastante más. La otra influencia evidente son los últimos Death, los más progresivos, tanto en la voz como en mucha de la instrumentación.

En un mundillo en el que todo es tan inmediato, donde tienes que estar constantemente en el candelero para seguir siendo relevante, sorprende que una banda más o menos nueva tarde 5 años en componer un nuevo disco. Pero una vez escuchado comprendes que no podría ser de otra manera: la inmensa cantidad de ideas, matices y partes distintas que se empaquetan en los 73 minutos que dura el disco no se pueden construir en un día. Y la inmensa mayoría son memorables! Hay muchísimo talento y un trabajo muy duro detrás de Terminal Redux. Por un lado, se necesitan varias escuchas para entender y apreciar completamente lo que se nos presenta aquí, de una complejidad y profundidad notable. Pero a la vez es un disco inmediato, y ya de buenas a primeras los riffs frenéticos y divertidos y los constantes y excitantes cambios de ritmo hacen imposible que puedas mantener la cabeza quieta.

Todo lo que ha publicado Vektor hasta el momento es excelente. Lo era su debut y lo fué su continuación, Outer Isolation (2011), que supuso una evolución natural sin despegarse demasiado. Pero Terminal Redux es el mejor de todos. Está mejor producido sin ser excesivamente limpio ni perfecto, manteniendo un cierto espiritu retro. Tanto el sonido como la composición se alejan del punk que les acompañó años atrás, abrazando el metal progresivo de una forma más genérica, más grandilocuente quizás, con guiños a grupos contemporáneos, sin renunciar a sus orígenes y manteniendo su alma puramente thrash.

La formación de la banda no ha cambiado desde antes de la publicación de su primer disco, y eso se nota en la cohesión y la compenetración que desprende su música. La ejecución de los cuatro instrumentistas es perfecta, y la voz de David DiSanto ha alcanzado su madurez, dejando también atrás (y no puedo negar que me alegro por ello) aquellos grititos a la King Diamond a los que nos tenía acostubrados.

El disco empieza con "Charging the Void", temazo y magnífica carta de presentación. Un comienzo sin concesiones y una sucesión intercalada de frenéticos riffs y medios tiempos en constante dinamismo, como si todo hubiera nacido para estar allí. Cuando parece que ya te habías adaptado a las acrobacias que te llevan de un riff a otro, de la nada aparecen unos desconcertantes coros que, seré yo, me traen imágenes de "El Rey León" o alguna otra épica de Disney que ahora mismo no sé identificar. Y con a misma facilidad que hemos llegado aquí volvemos a las partes principales y a una rápida y segura cabalgata hacia la meta.

Enlazamos atmosféricamente con la hipnótica "Cygnus Terminal", uno de los temas más voivodianos del disco. También es uno de los temas donde se da más chanza a la melodía, con punteos emotivos enmedio de los inevitables riffs histéricos omnipresentes. Es redundante hablar del brillante trabajo de las dos guitarras y de Blake Anderson a la batería, ya que son comentarios que tendríamos que hacer en cada tema. El talento compositivo y instrumental de estos chicos es evidente en todos los recovecos del disco, desenvolviéndose con éxito y naturalidad en todos los perfiles. Y es un gustazo, así como lo es descubrir que a cada nueva escucha el disco engancha más y, pese a su absurda complejidad, es inevitablemente pegadizo.

"LCD (Liquid Crystal Disease)", acorde a su nombre, es lisérgica y paranoica. Vektor en su máxima expresión. Una bacanal de velocidad thrashera, de guitarritas que salen de por todos sitios, de riffs divertidos de estos que tanto me gustan (¡Hola Gorod! ¡Hola Revocation!). Muy directa y estresante (en el buen sentido), con cambios continuos sin conceder ni un ápice de velocidad, hasta desembocar en unos Slayer aprogresivados y en unos riffs y solos absolutamente imposibles, para lucimiento instrumental de la pareja de guitarristas.

Después de que estas tres primeras canciones nos hayan volado la cabeza, nos encontramos con un pequeño descanso en forma de intro de guitarra acústica típica thrashera ochentera que recuerda a aquellas en Beneath the Remains o Arise. El riff con que se transiciona a la distorsión es divertido y vacilón y, para mi sorpresa, a la que empieza la canción en sí se cambia de pista, pero "Mountains above the Sun" y "Ultimate Artificer" podrían ser perfectamente un solo tema, incluso posteriormente se retoma el tono de la intro. Aquí vemos mucho de Voivod con un poco de Kill ‘Em All, en otro tema sin ninguna tregua que encantará a los más clásicos. En borradores anteriores había escrito aquí que "personalmente, aún siendo un muy buen tema, me parece el menos memorable del álbum". Qué raro me suena leer esto hoy, ya que "Utlimate Artificer" me parece una maravilla.

Es lo excepcional de este álbum. La primera vez hay cosas que entran inmediatamente y cosas que parecen más vulgares, pero en cada escucha posterior hay nuevos pedacitos que parecen fantásticos, hasta que, como si de un tetris se tratara, todos los temas y sus centenares de partes se acaban desenganchando del techo de la vulgaridad para colocarse ordenadamente en la bandeja de la maravilla sónica.

Parece que me repito, pero también "Pteropticon" es, a mí parecer, uno de los puntos álgidos del disco. Aquí hay más de Slayer que de otra cosa, en todas sus vertientes, pasados por el tamiz acróbata y progresivo habitual en Vektor. Los riffs son espectaculares y el tema es un headbanging continuo, sin concesiones y con cambios constantes que siguen recordando siempre a los californianos, tanto en sus partes más rápidas como en los medios tiempos a ritmo de ride.

En "Psychotropia" la cosa es menos directa, más culebrera, intercalando partes supersónicas con zonas más atmosféricas pero igualmente intensas, con algo de los Death de Symbolic. El completo despiporre de riffs veloces, solos de guitarra y bajo y puñetazos inesperados varios que encontramos en la parte central de la canción es absolutamente increíble. Solo por trozos así vale la pena gastarse los dineros en este disco (o como mínimo, como en mi caso, en una cuota mensual de Spotify premium).

"Pillars of Sand" es otra canción muy directa, la más corta del disco si consideramos que "Ulitimate Artificer" y su intro son la misma. Es pegadiza y podría ser un single fácil si esta gente fuera gente de singles. La estructura es, dentro de lo que cabe, más convencional, y básicamente se intercalan un número limitado de riffs molones de forma más o menos normal. El punteo harmónico entrelezado central, con su solo de bajo acompañando, es delicioso (recuerda un poco a los Machine Head del The Blackening), desembocando en un riff locurón para acabar enlazando con naturalidad, no sabes como, con los riffs que teníamos al principio. Un tema sencillamente perfecto.

Y dejamos lo más revolucionario para los últimos dos cortes, donde empiezan a enseñar la puntita de lo que podría ser el futuro de esta banda: un paso más allá del thrash para abrazar el progresivo en un sentido mucho más global. "Collapse" empieza con una intro reminiscente de "Fade to Black" u otras "baladas" del thrash, tanto instrumentalmente como en ambientación, que desemboca en unos pasajes prog-jazz y cositas que recuerdan a bandas como Between the Buried and Me. ¿Y soy el único al que la voz limpia así como nasal le suena mucho a Papa Emeritus? No es hasta más allá de la mitad de la canción que la cosa se distorsiona, sin desfasarse como en el resto del disco, manteniendo un tono melódico general, con un solo intermedio coreable espectacular y otros pasajes sorprendentemente accesibles. El tema más desconcertante del álbum, donde Vektor exploran con éxito zonas que parecían muy lejos de su zona de confort. Aún así, sigue sonando a ellos y crece y mucho con las escuchas.

Enlazamos y cerramos con la brutal "Recharging the Void", el tema más largo de su discografía, donde Vektor despliegan ante nuestros oídos todo lo de lo que son capaces, soltándose la melena sin ningún tipo de complejo, atreviéndose a saltar de un lado a otro, dentro y fuera de lo que nos tenían acostumbrados. Desde momentos más veloces y salvajes, a coros femeninos (me viene a la mente un poco Devin Townsend), una influencia descarada de Pink Floyd, shoegaze, black metal y una épica en la composición que no habíamos encontrado hasta ahora. Podemos contar decenas de partes distintas que parecen encajar entre sí perfecta y naturalmente. Un tema definitivo, clásico instantáneo, emocionante y técnicamente sublime. Un temazo absurdo, joder.

Estamos ante un disco lleno de sorpresas, de momentos inesperados. Vektor son, si no lo eran ya, uno de los grupos a seguir en la vanguardia del metal. Y Terminal Redux es, salvando evidentemente las distancias, su Master of Puppets, donde después de dos discos excelentes pero aún embrionarios, han encontrado por fin la plenitud compositiva y sonora, abriéndose a la vez a un público potencialmente más amplio. La pena es que ni el thrash ni el metal en general no gozan en absoluto de la popularidad de la que lo hacían en 1986, así que mucho me temo que los Vektor, siendo una de las bandas con más talento y originalidad del panorama actual, se verán condenados a girar por salas minúsculas o teloneando a los eternos Big 4 y demases. En todo caso espero que no seas tú el que te los pierdas.

Albert Vila

Temas:

Charging the Void (9:12)
Cygnus Terminal (8:15)
LCD (Liquid Crystal Disease) (7:33)
Mountains Above the Sun (1:32)
Ultimate Artificer (5:04)
Pteropticon (6:00)
Psychotropia (7:39)
Pillars of Sand (5:19)
Collapse (9:22)
Recharging the Void (13:37)