Rock Fest Bcn’16: 15 de Julio’16 (Parc de Can Zam – Sta. Coloma de Gramanet)
Los encargados de dar el pistoletazo de salida a esta tercera edición del Rock Fest BCN fueron los colomenses Nonsense. A esas horas aún no había demasiada gente ante los escenarios gemelos de Can Zam, pero los pocos que habían, seobretodo amigos pero también madrugadores con ansias de rock, respondieron y difrutaron del metal moderno y melódico del joven cuarteto local, que solo tuvo tiempo de descargar cinco temas en los veinte minutos de los que dispusieron.
No hay duda que el gigantesco escenario se les hizo un poco grande, y por momentos el sonido fué algo embarullado, pero su actitud fué magnífica, demostrando disfrutar de cada segundo, y el concierto que dieron fué más que digno. Si hay que definirlos, diremos que tienen algo de metalcore, algo de metal moderno rollo Trivium o Shadows Fall, e influencias claras de clásicos como Iron Maiden y Metallica. Tocaron sobretodo cortes de su EP de debut Another Way to Escape (2015), además de un tema nuevo (“The Last Day”, si no me equivoco). Excepto los amigos, creo pocos los conocían, y aunque quizás no le volaron la cabeza a nadie, la mayoría de presentes disfrutaron con ellos y fueron un excelente aperitivo para toda la chicha que nos vendría encima.
Siguiendo lo que iba a ser la tónica de los tres días, inmediatamente después de acabar el concierto anterior salieron al escenario izquierdo (el llamado “Stage Rock”, en una permutación de palabras un poco extraña) los israelíes Orphaned Land, empezando por su sección instrumental y seguidos, entre los aplausos del público, por su líder y vocalista, el sensible y carismático Kobi Farhi, descalzo y ataviado con su habitual túnica negra a modo de mesías, en contraste con la imagen rockera de vaqueros y camiseta del resto del grupo. Esta era la primera de las muchas bandas que tenía realmente ganas de ver en esta edición del Rock Fest. Una banda que no se prodiga demasiado en estudio (solo 5 discos en veinte años), con una clase y solvencia fuera de toda duda y cuya original mezcla de folklore oriental y metal progresivo, con toques incluso doom/death en sus inicios, les hace prácticamente únicos.
En los 50 minutos que tuvieron de actuación, con aún no demasiada gente, disfrutaron de un buen sonido y principalmente descargaron temas de sus tres últimos discos. Empezaron al igual que su último trabajo, con las palmas y los coros antémicos y pegadizos de “All is One”. De este disco, que me encanta, también sonó la excelente y inevitable “The Simple Man”, para mí uno de los momentos más brillantes del concierto. Por destacar algunos temas, difruté especialmente las interpretaciones de “Barakah” y “Sapari”, con buena respuesta del público, los grandes contrastes melódico / gutural de “Ocean Land”, y los dos cortes con los que cerraron el concierto, la magnífica y progresiva “Norra El Norra” y la habitual, facilona y pegadiza instrumental “Ornaments of Gold” (o más bien parte de ella), único guiño a sus discos más antiguos, y que contó con la ayuda unánime del público a los coros.
Mi sensación es que tocaron demasiado temprano, y la mayoría de asistentes aún no estábamos del todo metidos en el modo festival, así que, aun siendo un buen concierto el suyo, hubo cierta frialdad en el ambiente. No diré que me decepcionó, porque lo disfruté bastante, pero siendo una de las bandas que más ganas tenía de ver no va a ser uno de los conciertos que más voy a recordar de esta edición (aunque quizás, como ya iremos viendo, esto es más mérito de otros grupos que demérito suyo). Lo que sí que me chirrió un poco, y lo suele hacer en estos casos, es la gran cantidad de partes grabadas que llevaban, sin ni tan siquiera un teclista para disimular, y lanzando coros, arreglos, capas y teclados a base de cinta.
Albert Vila.
Aun con los exóticos sonidos de Orphaned Land pululando por nuestras cabezas de las que se habían hecho los dueños absolutos durante casi una hora, llegan a sacarnos del éxtasis los alemanes Grave Digger, a quienes ya tocaba ver de nuevo por nuestros escenarios. La banda, tan prolífica hace unos años, nos tenía algo abandonados y ya era hora que regresara con su atronador heavy metal y lo paseara ante un público que demostró que para nada se había olvidado de ellos.
A pesar del ya intenso calor a esas horas, los germanos demostraron el típico tópico de ‘el que tuvo retuvo’ y ahí los teníamos, con un Chris Boltendahl en un perfecto estado de forma haciendo sudar desde el principio con ‘Headbanging Man’ a un buen número de asistentes que ya sí que iban llegando al recinto con cada vez más afluencia, y los regalaron un set elegido basándose principalmente en sus clásicos más imprescindibles como ‘Excalibur’, ‘The Round Table’, ‘The Dark of the Sun’ o ‘Heavy Metal Breakdown’. No sabemos si volverán pronto a nuestros escenarios, pero lo que sí sabemos es que en este Rock Fest dieron un magnífico concierto…
David Aresté.
A estas alturas ya se notaba que este año habría más gente que en la edición anterior, y muchos de ellos se congregaron delante del escenario izquierdo para presenciar la actuación de los portugueses Moonspell, una de las bandas de mi adolescencia y uno de los grupos que más se pudo resentir de tener un horario tan temprano, ya que el sol abrasador limitó bastante la credibilidad de temas tan esencialmente oscuros como “Night Eternal”, “Vampiria” o “Full Moon Madness”. No pareció importarles mucho a Fernando Ribéiro y los suyos, que se dirigieron al público en español y que salieron con todo a dar un excelente concierto, centrado sobretodo, para alegría del respetable, en sus dos primeros trabajos. Empezaron, eso sí, por “Breathe” y “Extinct”, los dos temas que abren su celebrado último álbum Extinct, del cual también sonó la gótica “The Last of Us”, con un aire a The Sisters of Mercy. La única otra concesión a los últimos años fué la blackmetalera y poderosa “Night Eternal”, convertida ya en todo un clásico para los lusos.
A partir de ahí, solo sonaron temas de Wolfheart e Irreligious. La magnífica pareja “Opium” / “Awake” motivaron al público a pesar del terrible sonido del doble bombo, absurdamente alto en la mezcla, y de la falta de una segunda guitarra que les diera el poder que tienen en disco. El sonido, como es habitual en este tipo de eventos, donde hay pocas opciones para probar, fué mejorando a medida que pasaron los temas, y la recta final del concierto fué magnífica, empezando por un “Ruin and Misery” bailable y motivante. Seguidamente, el guitarrista Ricardo Amorim se retiró del escenario, el teclista Pedro Paixao se volvió a poner el sombrero de copa que se había quitado un rato antes por culpa del calor, y Fernando Ribéiro sacó su voz más sugerente para ofrecernos “Vampiria”, uno de sus himnos más oscuros y reconocibles. La siguieron otros dos temas míticos como “Alma Mater” y la folkie “Ataegina”, donde el público coreó cada nota de sus estribillos y riffs como si no hubiera mañana. Para acabar, y como es habitual en ellos, atacaron con una poderosa y épica “Full Moon Madness”, para mi gustó el mejor tema de su discografía y uno de las mejores canciones que se pudo escuchar el viernes en Can Zam.
Un concierto de menos a más, con un setlist bien elegido, y donde los portugueses demostraron su solvencia sobre las tablas. Me encanta que en el Rock Fest las bandas tengan una hora entera de concierto: si la banda te gusta, te dá la sensación de que has visto un concierto completo, y si no te gusta, tienes una hora entera para descansar, comer o pasarte por los mercadillos y las otras atracciones del recinto. En el caso de Moonspell, si alguien no tuvo suficiente con estos sesenta minutos, tendrá la oportunidad de verlos de nuevo en diciembre, cuando volverán a estar por aquí junto a los alemanes Der Weg Einer Freiheit. Es curioso, por cierto, que en un festival donde la mayoría de público es más bien clásico y las bandas tienen una trayectoria muy dilatada (la clásica broma es que el requerimiento para tocar aquí es llevar al menos treinta años de carrera), la sensación es que Moonspell, que se formaron a principios de los noventa y ya tienen diez discos a sus espaldas, eran considerados por muchos como tirando a modernos.
Fans acérrimos, tened piedad de mí, pero nunca me ha gustado Dragonforce. Tanta velocidad e histerismo me resultan bastante complicados de digerir en disco, y me daba cierto palo tener que presenciar su concierto entero. Pero la verdad es que me callaron la boca, dando un espectáculo impresionante, entretenido y muy divertido. Su power metal frenético contó con la mejor respuesta de público de la tarde, con miles de metaleros totalmente entregados al virtuosismo del sexteto inglés. La verdad es que se merecieron sobradamente cada aplauso, ya que no se limitan a ser una banda increíblemente capaz técnicamente, sino que no paran de moverse y de encandilar con sus múltiples trucos y coreografías. El centro de todas las miradas es la pareja de guitarristas (y únicos miembros originales) Herman Li y Sam Totman (este último con un gorro de lana absolutamente injustificable ante el calor que hacía), divertidos, activos y capaces de los solos más inverosímiles, pero ni el batería ni el teclista se quedan atrás en cuanto a velocidad y capacidad, mientras que Marc Hudson, su “nuevo” cantante (lleva en la banda desde 2011) tiene un chorro de voz agudísimo e igualmente magnífico. Quien quizás pasa más desapercibido es el bajista, no por su culpa, sino porque alrededor tiene a auténticos monstruos con notables ansias de atención.
Empecé el concierto bastante atrás, y allí el sonido era terrible, así que tuve que acercarme bastante más adelante, donde mejoró pero nunca acabó de ser realmente nítido, pero desde donde pude admirar la precisión en la ejecución de las complejísimas estructuras y fraseos de cada uno de los temas. Dragonforce acaban de publicar un álbum de grandes éxitos, llamado Killer Elite, así que el concierto realmente fué de hits, introducido por el propio Hudson como “los mejores temas que Dragonforce tiene para ofreceros”. Para alguien como yo, que no conoce a la banda en profundidad, esto es perfecto, y en general creo que también lo es para un entorno de festival, haciendo disfrutar como niños a un público mayoritariamente casual. Cayeron todos sus temas más conocidos, con representación de sus seis discos de estudio. Personalmente destaco “Heroes of Our Time”, de su primer disco, y la primera canción que conocí de ellos a través del video que me pasaron a modo de rareza mira-qué-rápido-tocan-estos-tíos, así como la inicial y frenética “Holding On”, “Operation Ground and Pound”, con algunos coros guturales por parte del bajista, la más moderada y épica “Cry Thunder” y la final “Through the Fire and the Flames”, quizás su tema más conocido, donde el desmadre llega ya a cotas absurdas.
Pero más allá de los temas, que algunos son pegadizos y tienen su gancho, el disfrute del concierto es sobretodo visual. La sensación de locura descontrolada, con esa velocidad endiablada en todos los temas, llenos de cambios imposibles, solos frenéticos y caóticos, trémolos histéricos y coros agudos y dramáticos es totalmente exhilarante, y es muchísimo más espectacular si lo tienes ante tus ojos que si solo puedes experimentar su vertiente sonora. Una de las cosas que más me gusta de ir a festivales es que muchas veces los grupos que acaban impresionándote no son tus favoritos y, en este caso, Dragonforce me parecieron uno de los conciertos más brillantes del día. No sé si será suficiente como para empezar a ponerme sus discos en casa, pero seguro que ha ayudado mucho a mejorar mi opinión sobre ellos.
Aún recuperándome del locurón de los ingleses, me arrastré bajo la escasa sombra que proyectaba la mesa de sonido del “Stage Rock” para escapar del calor ajusticiante de la tarde barcelonesa y para disfrutar de la descarga de los míticos Coroner. Los thrasheros suizos no se prodigan en absoluto por estas tierras (de hecho hace más de veinte años que no venían, desde antes de su larga separación) y, si bien no es que disfruten en absoluto de un éxito de masas (solo hace falta ver el tamaño de la tela de fondo que llevaban, y compararla con la de Dragonforce mismo), el grupo tiene un estátus de culto que hizo que muchos (bien, quizás mejor decir “algunos”, que estábamos bastante anchos) se congregaran para verlos con muchísimas ganas. Personalmente, no es un grupo que siguiera en profundidad en su momento, sencillamente me gustaban, así que su presencia me causó más curiosidad que emoción.
Los suizos fueron el primer grupo que tuvo un buen sonido desde el minuto uno. Su thrash personal, ralentizado y progresivo sonó siempre potente y definido, con sus históricos líderes Ron Broder y Tommy Vetterli llevando el peso visual y musical de la banda al bajo y a la guitarra respectivamente. A la batería, después de la marcha hace poco de Marky Edelmann, cumplió perfectamente Diego Rappachietti. El trío contó con el dudoso soporte de un señor a los sintetizadores / teclados al que no se oyó en (casi) ningún momento, no sé si por problemas técnicos o porque realmente no tiene demasiada incidencia en el sonido de la banda. El disco que más escuché en su momento, de largo, fué Mental Vortex (1991), y como soy un tío con suerte, fué el trabajo con mayor representación en el repertorio, con hasta cuatro temas. Disfruté especialmente de “Metamorphosis” y de la genial “Semtex Revolution”, aunque es inevitable destacar también la ejecución y el solaco de “Divine Step”. El sonido fué siempre potente y las canciones disfrutables, pero el hecho de transcurrir constantemente en un eterno medio tiempo, junto a lo estático del grupo encima del escenario, hizo que la descarga se acabara haciendo un pelín plana. No fué hasta el final, con la más acelerada “Masked Jackal”, dedicada a Donald Trump, que se rompió esta monotonía. El grupo cerró con la extraña “Grim”, que dá título a su último trabajo en estudio, publicado en el lejano 1993, y que dedicaron a sus viejos amigos y compañeros de guardia thrashera Kreator, que saldrían a ese mismo escenario unas horas más tarde.
Un buen concierto que me alegré de tener la oportunidad de ver, y su presencia es un puntazo para la organización del Rock Fest. Sonaron muy bien y las canciones son realmente buenas, pero no consiguieron transmitirme demasiado. De todas maneras, a un amigo fan de la banda le volvieron loco, y supongo que esto es lo que me faltó a mí, una cierta implicación emocional con esos temas que no formaron realmente parte de mi juventud.
Albert Vila
Llegando al ecuador del primer día de Rock Fest, dábamos un drástico giro de tuerca, y de Coroner pasamos a una de las bandas que, sin contar precisamente con un gran número de trabajos en su discografía, sí que es una de las bandas más apreciadas e imprescindibles para el público hardroquero por excelencia. Tyketto hacía su aparición para de la mano del incombustible Danny Vaughn añadir aún más temperatura a la calurosa tarde.
No es un secreto que Vaughn es un gran amigo de nuestro país y de nuestros artistas, haciendo frecuentemente diversas colaboraciones. Pero en esta ocasión en su visita a Rock Fest había algo que brillaba aún más que el abrasador sol, la auténtica estrella era ‘Don’t Come Easy’, el soberbio trabajo que encumbró definitivamente a Tyketto a principios de los noventa y que escucharíamos en Santa Coloma en su totalidad celebrando por todo lo alto su 25 aniversario.
Un público emocionadísimo –yo incluida- esperaba escuchar todos esos temas de uno de los mejores discos de rock melódicos de la época sin perder ni uno sólo. ‘Wings’, ‘Seasons’, ‘Walk On Fire’, la maravillosa ‘Standing Alone’, ‘Nothing But Love’… nos llevaron a unos cuantos por el camino de la nostalgia y dejándonos afónicos a la mayoría, rematados por el himno por excelencia, ‘Forever Young’.
Danny llegó a Barcelona anunciando nuevo disco de Tyketto para otoño y con un estado de voz excelente, con su inagotable energía sobre el escenario que le convierte en un frontman como hay pocos y acompañado de una banda de lujo que le dio el empaque definitivo a su actuación, con Chris Green a la guitarra, Michael Clayton a la batería y sorpresa personal al encontrarme a Chris Childs al bajo que parece haber dejado temporalmente aparcados a mis adorados Thunder para la ocasión… Será que lo merece, desde luego que sí, grandes Tyketto en Rock Fest, muy grandes.
Susana Manzanares.
No sé si el de Heaven Shall Burn fué el mejor concierto del día, pero seguro que fué el que más disfruté. De hecho, fué el único junto a Slayer en el que pasé de tomar notas para dejarme llevar completamente por el torbellino sónico que emanaba del escenario, acabando sudando como un pollino y con el cuello totalmente agarrotado. Y por lo que pude percibir a mi alrededor, no fui el único. Los alemanes eran quizás el grupo que menos pegaba con el resto del cartel (un poco lo que fueron Hatebreed el año pasado), con su mezcla de metalcore agresivo y death metal melódico, y un sonido inusitadamente moderno para los estándares de este festival. Entre ellos y Obituary se disputan el trono de concierto más trallero que pudimos ver en Can Zam durante el fin de semana, y creo que los alemanes se acaban llevando el premio.
Probablemente el sonido no fué perfecto, con las guitarras un poco demasiado altas en la mezcla, pero dá igual. La energía y la rabia que desprenden tanto los temas de la banda como sus miembros compensan cualquier pequeña imperfección. Trallazos de todas sus épocas como “Hunters Will Be Hunted”, “Counterweight”, “Behind a Wall of Silence”, “Endzeit” o “Voice of the Voiceless” animaron a todos, arrancando constantes circle pits y walls of death, mientras que “Godiva” y su clásica versión de Edge of Sanity, “Black Tears”, fueron momentos de relativo respiro ante el huracán que nos estaba viniendo encima. Heaven Shall Burn son bastante grandes en su Alemania natal, pero no esperaba tan buena respuesta del público aquí. No es que fuera un concierto masivo para nada, pero la mayoría de los que estábamos nos motivamos especialmente, arengados constantemente por el chorreante Marcus Bischoff en su eterna elegante camisa. Hablando de Marcus, me sorprendió bastante que siendo un grupo socialemente muy comprometido y básicamente straight edge, abusara de ciertos gestos sexuales más propios de David Coverdale o de bandas de sleazy. No tengo nada en contra de ello, forma parte del show, pero no me pega especialmente en la imagen que tenía de este grupo.
Justo al escribir esta crónica ha salido la información de que está a punto de publicarse su octavo disco de estudio, que se va a titular Wanderer y que está previsto para septiembre. Vista la calidad y equilibrio de sus últimos trabajos, es de esperar un discazo. Y visto su magnífico estado de forma y el bolaco absurdo que se cascaron aquí, se disparan las ganas de poder disfrutar de su directo apisonador en sala, donde pueden no dejar títere con cabeza. He de confesar que no tenía clara esta información, así que me puedo equivocar, pero he visto en setlist.fm que Heaven Shall Burn nunca, ojo, nunca han estado en salas por la península, cosa que, viviendo a cuatro pasos, me resulta imperdonable, y espero que sea algo que cambie en los próximos meses.
Albert Vila.
A mitad del día aparecían los madrileños Mägo de Oz dentro de la gira de presentación de la reedición de su mítico “Finisterra” y que están presentando por toda España. No muy dados a pasar por festivales “puramente” metaleros, sorprendió su confirmación para el cartel siendo la primera vez para Txus y los suyos. Mal que les pese a algunos, Mägo de Oz es uno de los veteranos de la escena y por tanto también se merecen el reconocimiento y la oportunidad de participar como otros grupos que estaban allí… y si había una ocasión para hacerlo era presentando este disco.
Con bastantes reticentes a ver su actuación, los madrileños en cuanto comenzaron a tocar temas de ese disco todo el mundo se puso a cantarlos ya que fue un disco muy importante cuando salió hace 15 años. Al ser temas bastante largos su set fue de 7 temas: Satania, La cruz de Santiago, Pensatorium de su anterior disco y que nadie le hizo ni caso, La danza del fuego,Astaroth , la aclamadísima “Molinos de viento” y la gran “Finisterra” con Manu Seoane como invitado y con Zeta y Patricia intentando hacer todas las voces que aparecen en el tema.
No inventan nada nuevo y llevan rodaje para aburrir, así que todo sonó como tenía que sonar… Zeta más que integrado, tres guitarras ya sabemos el cuerpo que da, los teclados de Javi Diez y con una Patricia de lujo, que cuando canta canciones con un mínimo de fundamento vemos la verdadera cantante que es. Concierto para recordar como el de WarCry del año pasado de grandes éxitos, entró muy bien a mitad de tarde.
David Aresté.
Las dos últimas veces que había visto a Kreator fué en el Resurrection Fest de 2014 y en la sala Razzmatazz junto a Arch Enemy. En ambos casos fueron una auténtica apisonadora, sonando espectaculares y comiéndose sin masticar a cualquier otra banda que pisara el mismo escenario que ellos. Estaba tan obviamente seguro que iban a dar uno de los conciertos del festival que me quedé realmente estupefacto de que no lo fuera. Quizás fueron las elevadas expectativas, o que no me pude colocar tan adelante como hubiera querido (por culpa de la lenta cola de firmas de Coroner), o a lo mejor porque veníamos (hacía ya un rato) del bolazo espectacular de Heaven Shall Burn, pero desde donde yo estaba sonaron bastante desangelados y sin potencia, especialmente en las guitarras. No pongo en duda su actitud y su precisión matemática, pero no me volaron la cabeza como otras veces, así que, por mucho que me duela, no cabe otra que calificar su concierto como decepción.
También la elección del setlist fué algo dudosa, con muy poca presencia de su época clásica. De hecho, durante todo el ciclo de Phantom Antichrist estan tocando más o menos las mismas canciones, y al ser festival tuvieron que recortar su repertorio habitual por algun sitio, siendo los damnificados sus discos ochenteros. De hecho, solo pudimos escuchar “Terrible Certainty”, “Awakening of the Gods / Endless Pain” y la final “Pleasure to Kill”. Ni las tradicionales “Flag of Hate” o “Tormentor”, ni un solo tema de Extreme Aggression o Coma of Souls. Por mi parte esto no supone un grandísimo problema: sus discos más recientes me encantan, y disfruté de la inicial “Enemy of God”, de la excelente “Hordes of Chaos”, de las inevitables “Phobia” y “Violent Revolution” y de los tres temas de su gran último disco: “Phantom Antichrist”, “From Flood Into Fire” y “Civillisation Collapse”. Todos tienen gancho suficiente para motivar al personal, pero creo que el repertorio estuvo algo desequilibrado y muchos hubieran disfrutado más con algo distinto.
Visualmente, por otra parte, así como en temas de actitud y ejecución, ningun reproche. Las luces ochenteras (las mismas que han llevado en los últimos años) son impactantes y dan el pego perfectamente. Los efectos con fuego, rollos de papel y conféti son resultones y arrancan ohs y ahs, y encima del escenario son absolutas máquinas. Aún así, y no siendo tampoco un mal concierto, es el más flojo que les he visto en los últimos años. Es posible que mi impresión hubiera sido del todo distinta de estar situado en otro sitio que sonara mejor, como pude comprobar durante el fin de semana con otros grupos, pero la mayoría de gente con la que hablé después confirmaron mis quejas. En todo caso, estoy seguro que ha sido algo ocasional y que, sin ir más lejos, en su próxima visita en febrero presentando su nuevo disco junto a Sepultura, Soilwork y Aborted (cada vez que leo o escribo el cartel lo flipo) volverán a las andadas.
Albert Vila.
Lo malo de haber vivido hace relativamente poco lo que yo definiría sin ninguna duda como un concierto memorable, es que repetir al cabo de un breve espacio de tiempo con la versión modesta de éste te deja con algo de ‘hambre’… o con mucha. Así fue mi sensación en Barcelona con el concierto de Michael Schenker tras haber asistido hace apenas un mes al ‘Schenker Fest’ que se inventó el teutón para la pasada edición del Sweden Rock Festival, el mejor concierto que he visto hasta la fecha de uno de mis guitarristas favoritos. Ya sé que no se pueden comparar, lo que se vivió en Suecia fue un show único y hasta irrepetible diría incluso, pues no creo que vuelvan mis ojos a ver a Gary Barden, Graham Bonnet y Robin McAuley juntos en el escenario repasando al son del delgadísimo maestro de ceremonias todos esos temas increíbles que para los más incondicionales, son una pura provocación a la lágrima fácil…
Difícil no acordarme de aquél, pero hay que ceñirse a lo que sucedió en Santa Coloma, y allí el concierto de Schenker consiguió alzarse a la categoría de muy bueno a pesar de no contar con el sonido que se merecía, pues por momentos los temas me sonaban poco limpios, embarullados, algo ahogados tal vez… pero no sabría decir si era cosa general o sólo era así desde donde yo me encontraba. Es igual, es escuchar esos primeros segundos de ‘Into The Arena’, ‘Rock My Nights Away’, ‘On And On’, ‘Attack of the Mad Axeman’ y vamos, para llorar a gusto y rematar el soponcio con sendos UFO’s, ‘Doctor Doctor’ y ‘Rock Bottom’. Como ‘nótese’, tengo que decir a su favor que a Barcelona Gary Barden vino con la voz en algo mejor estado que en Suecia –donde no estuvo para tirar cohetes- y pudo lucirla decentemente en un repertorio casi hecho a su medida, con buena presencia de los temas de su etapa en la banda del maravilloso genio de las Dean y sus cuerdecillas sin recortar… Vuelve pronto Michael, se te quiere.
Susana Manzanares.
Antes de uno de los platos fuertes del festival fue el turno de los alemanes Blind Guardian, que seguían presentando su último “Beyond The Red Mirror” tal y como ya hicieron con Orphaned Land hace unos meses en España. Los de Hansi son otros que van a lo seguro, así que quizá no se puede pretender que sorprendan ya que la gente tiene ganas de “Time what is time”, “Valhalla”, “Lord of the rings”, “Fly”, “The Script for my requiem”, el sempiterno “The bard’s song”… aunque también tienen que entender que quizá haya gente que no… pero bueno, para disimular “Sacred Worlds” o “The ninth Wave” del nuevo disco pintaron el show un poco más “actual”.
Un show realmente austero, sin telón de fondo ni nada dejó a un Hansi más sosegado y consciente de lo que puede hacer que anteriores giras. André y Markus siguen igual con sus Ibanez y Gibson y Fredrik que sin asustarle las comparaciones con Stauch no deja de hacer grandes conciertos. Lo de siempre con los de siempre, esperaremos si son capaces de reinventarse.
Ahora si, llegaba el final del primer día con la única actuación en España del Rey Diamante en la gira recordando su mítico disco “Abigail” que reseñamos hace unos días aquí. Sin duda es una baza segura la expectación que crea el hecho de interpretar un disco clásico de principio a fin, así que tenemos que sentirnos afortunados por el hecho de que la organización apostase por este show tan exclusivo, que fue acompañado con su correspondiente escenografía, haciéndolo más especial aún.
King Diamond genera la misma expectación que odio, así que hasta cierto punto resultó raro o si más no arriesgado que la organización apostase por él como cabza de cartel… pero vamos, salió bien así que un punto a favor para ellos.
La estructura del show se basó en un repaso a clásicos del King Diamond como “Welcome Home”, “Halloween” o las versiones de Mercyful fate “Melissa” o “Come to the Sabbath”, para luego pasar a la interpretación al completo de “Abigail”. Comenzando por “A mansion in darkness” y acabando por la propia “Abigail” y “Black Horsemen”.
Un show que sin duda podría haber sido de hace 25 años con la escenografía, con un King Diamond imparable y una voz sublime, Andy Larocque y su clase y un resolutivo Pontus Edberg de The Poodles al bajo. Esperemos encontrarnoslo de nuevo con algo de factura propia para presentar, estaría muy bien.
Primera jornada concluída con más de 12 horas de música, la primera de 3 que nos esperaban con más conciertos y más momentos para recordar… Para aquellos que aún tenían más fuerzas tenían al siempre combativo Boni en la carpa para entrar ya en altas horas de la madrugada, pero nosotros no fuimos capaces ya que siendo ese día laborable, necesitabamos descansar para afrontar lo que se nos venía encima. En los próximos días os lo vamos explicando.
David Aresté.