Acercarse a Anathema desde una perspectiva temporal implica darse cuenta de que sus trabajos, conceptualmente, se acercan más a la obra de arte que al producto musical. Así lo atestigua su evolución tras cada disco y The Optimist no es la excepción. Tanto su gestación como el material gráfico que lo acompañan plantean una obra donde lo que se cuenta —y el modo en que se hace— cooperan para dar como resultado la expresión de la belleza con un grado de refinamiento muy elevado.
Sara J. Trigueros
Todo comienza en la arena californiana de Silver Strand, playa de San Diego donde quedaba inconcluso el periplo del protagonista de A Fine Day to Exit. La historia de aquel hombre que pretendía comenzar una nueva vida se retoma en las coordenadas exactas donde la dejaron años atrás: «32.63n 117.14w». Allí, nuestro personaje transita por varias emisoras de radio hasta desembocar en «Leaving It Behind», donde los hermanos Cavanagh se pasean por el sonido de Anathema sobre una base electrónica que alterna con el trabajo a la batería de John Douglas. Que las inclusiones electrónicas no son puntuales lo dejarán claro también en el siguiente corte, «Endless Ways», que no obstante se abre con un emotivo pasaje en el que la presencia del piano y la voz de Lee Douglas recuerdan la estructura inicial de álbumes anteriores.
Una vez presentados todos los elementos que sirven de eje compositivo del disco le llega el turno a la sección formada por el homónimo, el primer single y el primer corte instrumental. La narración fluctúa entre diferentes elementos existencialistas apoyados en la atmósfera taciturna que envuelve todo el álbum. Es frecuente la alternancia de pasajes intensos con mayor saturación de instrumentación y otros más calmados donde Daniel Cardoso brilla, tenue pero constante. Aunque «Springfield» puede parecer a priori un tema flojo (y en cierto modo lo es), al menos en una escucha exenta, dentro del armazón de The Optimist es un tema esencial, que refleja bien la dirección tomada y es una muestra bastante representativa de la fluidez melódica que también aparecerá en «Ghosts» y otros cortes. No en vano casi todo el peso del álbum recae en las melodías vocales, los teclados y los sintetizadores.
Similar a «Leaving It Behind», «Can’t Let Go» se presenta como el segundo (y último) tema donde Anathema recuperará un sonido más rockero, al menos en cuanto al tempo. Del resto de temas es raro que se vaya más allá del medio tiempo y así lo demostrará «Close Your Eyes», que empero es uno de los puntos culminantes del disco gracias a sus incursiones jazzísticas que, junto a Lee Douglas, lo convierten en un corte sugerente e inesperado (musicalmente, no tanto en cuanto a la narración interna del trabajo). Para la recta final, se vuelve a un sonido más familiar en «Wildfires», cercano también al post-rock, que llega al clímax poco antes de dar comienzo «Back to the Start», cierre que, efectivamente, supone una vuelta al comienzo, aunque esta vez con Lee Douglas y Vincent Cavanagh en un reparto de papeles impecable. Como al principio, el destino sigue siendo incierto, y es trabajo del oyente imaginar un final satisfactorio a la historia contada.
Con todo, conviene tener en cuenta que The Optimist es un disco cuyo arranque se sitúa en 2001 y que, por tanto, puede generar falsas expectativas. No obstante, ello no es óbice para afirmar sin ambages que Anathema ha vuelto a facturar un disco exquisito, con esa elegante melancolía marca de la casa que se acerca al listón que pusieron con Wheather Systems y que llevan ya un tiempo —opinión personal e intransferible— intentando superar sin éxito.
Sara J. Trigueros
Temas:
1. 32.63n 117.14w
2. Leaving It Behind
3. Endless Ways
4. The Optimist
5. San Francisco
6. Springfield
7. Ghosts
8. Can’t Let Go
9. Close Your Eyes
10. Wildfires
11. Back to the Start