Los caprichos del calendario hicieron que las giras de dos grandes titanes históricos de la fusión entre metal y punk como son D.R.I. y Hatebreed se cruzaran en Barcelona. Con excelente criterio, la promotora HFMN Crew decidió juntar ambas bandas en un concierto conjunto sobre el escenario de una Sala Razzmatazz 2 casi llena que se implicó con pasión y acabó nadando en un mar de sudor ante la compacta violencia sonora que emanó en todo momento del escenario.
Texto y fotos: Albert Vila
Hatebreed y D.R.I. son dos bandas muy diferentes pero que tienen mucho en común. Con una década de diferencia, y lejos de contentarse con encontrar un sitio dentro de los cánones muchas veces rígidos del metal y del punk, ambas bandas decidieron aunar su amor por ambos géneros y lanzarse por caminos inexplorados, resultando pioneros del hardcore metal y del crossover thrash respectivamente, dos estilos que han sido seguidos e imitados por multitud de bandas en el futuro. Aunque desgraciadamente los locales Blaze Out no contaron con una respuesta demasiado entusiasta por parte del público, quizás por ser una banda que no pegaba del todo con el resto del cartel, tanto D.R.I. como Hatebreed pudieron gozar, enmedio de un calor sofocante, de una sala entregada y prácticamente llena. Y no decepcionaron a nadie: sus contundentes y compactas descargas quedarán en la retina y en los tímpanos de todos aquellos que nos reunimos para verlos.
Blaze Out
Creo que Blaze Out fueron una elección un pelín extraña para abrir este concierto. Y es una pena, porque los chicos de Gerard Rigau y David Lleonart son una banda sobradamente solvente sobre las tablas, pero su propuesta, contundente pero bastante melódica, se sitúa 100% en el metal, concretamente en algun lugar entre el thrash más o menos accesible de Metallica y cosas más modernas como Trivium o Lamb of God, por lo que no está del todo alineada con las otras dos bandas del cartel y, en consecuencia, con el público más mayoritariamente punk / hardcore que se concentró aquí en la noche de hoy. Por ello, cuando el cuarteto barcelonés saltó al escenario, la sala estaba prácticamente vacía, y los que habían llegado se los miraron desde la distancia con cierta indiferencia (aunque eso sí, aplaudieron con bastante convencimiento después de cada canción). Esta frialdad no fué un impedimento para que Blaze Out lo dieran todo tal y como hacen habitualmente, moviéndose de un lado alotro del escenario, marcándose pequeñas coreografías, subiéndose a las plataformas ubicadas precisamente para ello y dejándose el cuello y el corazón en cada canción. Dispusieron de solo 30 minutos para demostrar su valía ante un público no demasiado predispuesto a ello, y para ello escogieron algunas de las canciones más tralleras y más icónicas de su corta discografía, como "Fist Goes First", "S.I.N.S." o las imprescindibles y magníficas "Blind Snakes" o "Wrath Afire", dejando en el tintero tanto su conocido medley de Metallica y Iron Maiden como su reciente single y vídeo "Old Acquaintances", un tema mucho más calmado y que probablemente tampoco habría sido del todo apropiado hoy.
Lo curioso de la cosa es que justo antes de que empezaran con la final y excelente "Red Silence", Gerard animó al público a dar un paso adelante, y sorprendentemente la inmesa mayoría le hizo caso, así que bajo las notas de uno de sus mejores temas se acabó montando un timidísimo pogo, animado sobretodo por un señor que lo dió todo, y que seguro que hizo que Gerard se preguntara por qué no había pedido que se acercaran antes. Me resulta imposible no comparar su concierto de hoy con el que dieron hace tres o cuatro meses en esta misma sala como teloneros de Tankard, un grupo probablemente más cercano a su estilo y público (aunque tampoco del todo). Ahí tocaron más tiempo, dispusieron de todo el escenario y atrezzo y recibieron una mejor respuesta, pero para mí hoy tocaron y sonaron mejor, demostrando que se trata de una banda ambiciosa, talentosa y profesional que crece día a día y que se apunta sin miedo a todos los fregados. Este mismo verano los veremos tanto en el Download madrileño como en el Resurrection Fest, además de en cualquier escenario pequeño o grande al que puedan agarrarse.
Setlist Blaze Out:
Blind Snakes
Shining Blood
Fist Goes First
S.I.N.S.
Wrath Afire
Red Silence
D.R.I.
Quizás las nuevas generaciones no los tienen en tanta estima, pero para buena cantidad de la gente que creció en los ochenta y los noventa en este mundillo, D.R.I. son una banda absolutamente pivotal. Estos sucios y podridos imbéciles revolucionaron el metal y el punk tendiendo puentes entre ambos géneros y creando un estilo que se conoció como crossover thrash y que inspiró a multitud de bandas ochenteras como Anthrax, Suicidal Tendencies, S.O.D. o Nuclear Assault, así como a gran parte del movimiento de revival thrash contemporáneo encabezado por Municipal Waste, Havok o Iron Reagan (protagonistas estos últimos de la camiseta del vocalista Kurt Brecht, por cierto). En sus 35 años de carrera, D.R.I. no han parado casi nunca de girar, pero hasta el inesperado EP "But Wait… There is More!" que salió en 2016 y del que hoy tocaron todos sus (cinco) temas, los tejanos llevaban más de veinte años sin publicar nada nuevo. Y a juzgar por la entusiasta e incondicional respuesta que recibieron de la gran cantidad de fans que les venían a ver a exclusivamente ellos y que, en contraste con Blaze Out, llenaron prácticamente la pista, ni falta que les hace.
Durante los sesenta minutos de los que dispusieron, los tejanos desgranaron una veintena de temas frenéticos y festivos a un volumen altísimo (quizás demasiado, sobretodo la guitarra) y no dieron ni un segundo de respiro a un público acalorado y exhausto que los recibió con circle pits constantes y desfase generalizado. Este concierto era el primero de una larga gira que les va a llevar a una cantidad considerable de ciudades y festivales a lo ancho de Europa, y por ello es de esperar que la banda no estuviera aún del todo engrasada. Y aunque la descarga fué todo lo energética y festiva como se puede esperar, tampoco podemos negar que en algunos momentos Spike Cassidy, guitarrista y líder de la banda, pareció un poco fuera de sincronía (algo que disimuló con sus jetos encantadores y su perenne sonrisa sobrada y vacilona), mientras que el pobre Walter Ryan sufrió lo indecible tras los parches, resoplando entre canción y canción mientras enrojecía poco a poco y murmuraba entre dientes lo cansado que estaba, eso sí, sin que la contundencia y precisión de su actuación se resintieran lo más mínimo.
Como anécdota (o no), y como muestra de que las relaciones humanas entre los miembros de la banda quizás son un poco asi, el bajista Harald Oimoen, un simpático personaje activo y parlanchín con chaqueta vaquera llena de parches de bandas tan poco hardcore como Ghost y Mercyful Fate, tuvo que limitar sus movimientos al espacio marcado por unas disimuladas pegatinas verdes que le encajonaban en una zona muy concreta del escenario, mientras Spike Cassidy contaba con todo el flanco izquierdo para moverse a sus anchas y el cantante y fundador Kurt Brecht, un hombre más bien sosainas y de simpatía muy relativa, ocupaba el centro haciendo gala de un nivel vocal más que decente. Historias personales al margen, que ya se apañaran, lo cierto es que los Dirty Rotten Imbeciles dieron un concierto excelente y divertido, descargando sin ningun respiro temazos tan clásicos como "Violent Pacification", "Thrashard", "Manifest Destiny" o "Abduction", que sirvieron para elevar el concierto a categoría de bolazo y, para los fans acérrimos, a pedazo de bolazo.
Debido a que durante la descarga de los dos primeros grupos de la noche no hubo foso para los fotógrafos, la gente tuvo barra libre para animarse a subir al escenario y liarse con el stage diving. Pero la verdad es que no lo aprovecharon demasiado, y no fué hasta casi el final, con motivo de uno de sus temas más conocidos, como es "Beneath the Wheel", que el desmadre que había en la pista se trasladó muy tímidamente sobre el escenario. La locura completa se desató en el momento en que Spike Cassidy empezó con las icónicas notas iniciales de la archiconocida "Five Year Plan", el tema que serviría para cerrar el concierto y que generó un pit monstruoso que dejó varios litros de sudor en el suelo de la sala. Al acabar, nuestro encantador Kurt Brecht se largó rápidamente sin decir ni adiós, mientras el resto de la banda se quedó a repartir sonrisas entre fans cuarentones con chispas en los ojos. Muchos de ellos, de hecho, habían venido únicamente a verlos a ellos, situándose posteriormente en el fondo de la sala para asistir en la más absoluta indiferencia como Hatebreed hundía la sala sin piedad. Y eso que los propios D.R.I. parece que sí que son bastante fans de los de Jamey Jasta, ya que en el papel con el setlist apuntaron "y por fin tocamos con Hatebreed!".
Setlist D.R.I.:
Who Am I?
I’d Rather Be Sleeping
Violent Pacification
Argument Then War
Slumlord
Dead in a Ditch
Suit and Tie Guy
Acid Rain
In the Pit
Manifest Destiny
Against Me
Anonymity
As Seen on TV
Mad Man
Couch Slouch
I Don’t Need Society
Beneath the Wheel
Abduction
The Five Year Plan
Hatebreed
La verdad es que compartir escenario con los de Jamey Jasta es todo un papelón para la mayoría de bandas. El quinteto de Connecticut es una violenta apisonadora que toma cualquier oportunidad para aplastar a cualquiera que se le ponga por delante a base de incisivos riffs thrasheros y contundentes breakdowns hardcoretas. La noche de hoy no fué ninguna excepción, y Hatebreed tuvieron suficiente con una hora y diez para dejar tras ellos un rastro de moratones, cuellos agarrotados, cuerdas vocales rotas y vértebras hechas trizas. Aunque ya sabéis que los jebis y los hardcoretas por lo general somos gente tirando a pacífica, ante una banda como Hatebreed ni el más meditativo es capaz de mantenerse quieto. Sinónimos de violencia, de sacudir la cabeza muy fuerte y de cantar los estribillos con cara de enfadado, Hatebreed son capaces de sacarte toda la agresividad que no sabes ni que llevas dentro sin renunciar en ningun momento a que sus canciones sean recordables y coreables. Hay conciertos que vives de forma más tranquila y otros que menos, y en este caso las circunstancias y la falta de respiros me llevaron a olvidar por completo el bloc de notas y a entregarme al sudoroso torbellino en el que se fué convirtiendo la sala, olvidándome de apuntar ni setlist ni otros detalles que, de buen seguro, tampoco fueron relevantes.
Al igual que pasó con D.R.I., los americanos se pasaron por aquí aprovechando algunos huecos entre apariciones festivaleras varias. Con un telón de fondo con el logo de la banda y un par de paneles laterales con la portada de su reciente The Concrete Confessional (2016), Hatebreed subieron al escenario armados con su usual rabia y contundencia, con Jamey Jasta acaparando todo el protagonismo visual mientras corría de un lado para otro con su habitual camiseta de fútbol americano y su pañuelo en la cabeza, arengando constantemente al público y destilando, como siempre, odio y protesta en cada nota. Aunque la formación de la banda se ha mantenido estable en los últimos años, la injusta sensación es que se trata de la banda de Jamey, tal es su magnestismo sobre el escenario, mientras que el resto de componentes, potentes y precisos, se mantienen en un cierto segundo plano en todo momento. Para la descarga de los americanos volvimos a contar con el habitual foso para los fotógrafos, evitando cualquier tentativa de subirse al escenario aunque hubiera espacio de sobras para ello. Por cierto, no me queda sino expresar mi frustración ante el hecho que las tres primeras canciones contaron con unas luces rojas y azules tirando a oscuras y sombrías, mientras que a partir de la cuarta, tan pronto los fotógrafos fuimos invitados a abandonar el foso y guardar nuestras cámaras, aparecieron unas luces blancas enfocando a los miembros de la banda como por arte de magia. Ni hecho a posta, oye.
Hatebreed en directo son una garantía: compactos, duros y agresivos como pocos, practican una mezcla perfecta de atronadores riffs thrasheros y actitud inequívocamente hardcore. Porque hay muchos grupos como Hatebreed pero no hay ningun grupo como Hatebreed. Imitados por cientos de bandas que han adoptado un sonido similar, ninguna cuenta con la capacidad de construir tal cantidad de himnos coreables sin poner en el más mínimo compromiso la dureza que les caracteriza. La verdad es que yo me esperaba que el set estuviera más bien centrado en su reciente y excelente The Concrete Confessional, que más allá de su visita al Resurrection Fest el año pasado, no habían venido a presentar por aquí. Pero, tal y como el propio Jamey acabó por anunciar, nos encontramos en plena celebración del vigésimo aniversario de la banda, así que el concierto transcurrió como un greatest hits en toda regla, con un protagonismo más o menos repartido entre todos sus discos de estudio, con material antiguo como "Under the Knife" o "Proven", sin olvidarse de temazos de peligrosa intensidad como la inicial "To the Theshold", o bestias como "Live For This", "In Ashes They Shall Reap", "Everyone Bleeds Now", "Honor Never Dies", "This is Now" o "Beholder of Justice", que nos tuvieron a todos cantando y saltando. Jamey aprovechó para dedicar la interpretación de "Last Breath" al recientemente fallecido Chris Cornell, mientras que la respuesta a un tema nuevo como "Looking Down the Barrel of Today" vino a demostrar que esta brutal canción va para nuevo clásico.
Al cabo de prácticamente una hora, los miembros de la banda se retiraron durante unos pocos minutos y nos dieron un pequeño y merecido respiro para resoplar, secarnos el sudor y recuperar fuerzas para volver a darlo todo tanto física como vocalmente con "Destroy Everything" y "I Will Be Heard", que pusieron el colofón a una descarga potente y durísima que nos vino a todos perfectamente para soltar un poco de adrenalina a media semana y que solo dejó indiferente a unos cuantos fans de D.R.I. agolpados al final de la sala. Hablando de D.R.I., por cierto, no os podéis imaginar quién estaba al salir a las puertas de la sala dándose un baño de masas y charlando con todo el mundo. El bajista Harold Oimoen, por fin liberado de sus marcas, ya se había subido al escenario a moshear con Hatebreed, y ahora estaba disfrutando del protagonismo que le había sido hurtado durante su propio concierto. Cuando le comenté que se veía muy contento fuera de los confines de las pegatinas verdes, me miró sorprendido durante unos segundos, me dió una palmada en el hombro y, entre sonrisas, me dijo "man, algo de cierto hay en ello!".
Texto y fotos: Albert Vila