Sôber – 26 de junio ’21 – Madrid Escena – Auditorio Parque Tierno Galván (Madrid)
Lo decía Carlos en algún momento de la noche, dirigiéndose al público: “fuimos casi los últimos en irnos y somos casi los primeros en volver”. Y es que Sôber en El Invernadero de Las Ventas, cerrando su gira “La sinfonía del Paradÿsso”, fue de los últimos conciertos en celebrarse en la capital antes de desatarse la maldita pandemia. De hecho, personalmente, fue el último al que acudí.
Texto: Alberto López
Fotos: Mario López
Y este que nos atañe con el que volví a disfrutar de la música en vivo. Desconozco como se sentirían los chicos de la banda, pero yo desde luego que estaba como niño con zapatos nuevos, con nervios, con unas ganas locas por mucho que fuese con distancia de seguridad y sentados, algo que en mi cabeza rechazaba de plano poco antes, pero que, siendo la única alternativa por el momento, una vez a punto de entrar me daba exactamente igual, quería disfrutar de la música del cuarteto madrileño y lo quería de inmediato.
Aún hubo que esperar algo más de una hora, ya que entramos con el suficiente tiempo para conocer el entorno y, porque no, disfrutar un poco del ambiente pre concierto. En las caras de la gente que me cruzaba, o en sus ojos si llevaban mascarilla, se apreciaba la misma ilusión que yo sentía por dentro.
He de reconocer que cuando terminó de sonar AC/DC y fueron saliendo al escenario tuve que reprimir, como en muchos otros momentos del concierto, las ganas de levantarme y disfrutar como antaño, pero ahora que se empieza a vislumbrar algo de luz al final del túnel no era momento de romper las normas de seguridad.
Así pues, cuando todavía brillaban los últimos rayos del sol tras el escenario y dieron comienzo con “Diez años” no pude más que dejarme la voz en cada sílaba. Salieron a por todas, jugando con la gente desde el primer momento, haciendo como que arrancaba el tema para echar el freno y volver a repetir la secuencia.
Después, ¿Qué os voy a contar? Uno de los temas más emblemáticos de la banda para abrir boca no era poca cosa, y la gente lo coreó con verdaderas ganas. Lo finalizaron de manera diferente, con una especie de solo/improvisación de Carlos al que se fueron uniendo los demás.
Para continuar nada menos que “Blancanieve”, “La araña” y “Eternidad”. Apoteósico trío de canciones que, en otras circunstancias, habría puesto patas arriba el auditorio.
En cierta manera así fue, sentados, pero con brazos en alto y dejándonos la garganta. Al llegar a este punto quedó claro, si no lo había hecho ya, que la banda esta en plena forma, que sigue siendo un cañón en directo, sonando como casi nadie suena en este país, y que todavía nos quedaba mucho disfrute por delante.
“Oxígeno”, de su ya lejano “Synthesis”, sonó de órdago, pese a que por momentos, por lo menos donde yo estaba, el viento nos jugaba alguna mala pasada. A destacar el trabajo que hicieron tanto Jorge como Antonio a las guitarras.
Tras este vistazo atrás, llegó el momento de volver al presente más absoluto de la banda y presentar en sociedad “Verona”, de su trabajo más reciente.
Cuando se lo vi tocar en el ensayo al que pudimos asistir pensé que todavía les quedaba algo de trabajo con ella, y desde luego que lo han hecho, ya que sonó a la perfección y, pese a ser un nuevo tema, casi todo el mundo se lo sabía de principio a fin, algo que demuestra la gran, y rápida, acogida que tienen las novedades en los fans de Sôber.
“La prisión del placer” y “Sombras”, canción con la que celebraron su reunión allá por el 2010, fueron las elegidas para dar continuidad al show. Siempre con mucha complicidad entre banda y público y haciéndonos partícipes de lo que allí se vivía en todo momento.
Tras estos dos clásicos ya de la banda, llegó el momento de pausa, donde se entregaron a una improvisación sosegada que nos dio algo de respiro a todos. Tanto arriba como abajo del escenario.
Y vino bien, porque acto seguido dieron comienzo a “El hombre de hielo”, espectacular, continuaron con “Cubos” y desembocaron en la siempre emotiva e imprescindible “Náufrago”. Pese a las limitaciones, conseguimos iluminar prácticamente todo el auditorio con las luces de nuestros móviles y disfrutar plenamente de uno de los puntos álgidos en los conciertos de Sôber.
Cabe mencionar que la dedicaron a todos los músicos, técnicos de sonido y trabajadores del espectáculo que tan mal lo han estado, y están, pasando con la pandemia. Un gran gesto.
Tras esto le tocó el turno a otra de las nuevas, la segunda y última que nos iban a ofrecer de “Elegía”. “Mi heroína” sonó absolutamente espectacular, encajando a la perfección en el set list entre temas de todas las épocas. Tuvo casi mejor respuesta que “Verona” y nos dejó un gran sabor de boca, a pesar de que intuíamos que habíamos cruzado ya más allá del ecuador y que aquello se acercaba a un final que ninguno queríamos.
Por si fuera poco todo lo anterior, “La nube” y “Arrepentido” sonaron antes de retirarse para encarar los bises, y con ello cerrar el concierto. Fue una pasada como el público, dentro de las posibilidades, fue soltándose y metiéndose más y más en el concierto hasta llegar a este punto, en el que todo era un clamor de voces al mismo tiempo, donde Carlos dejaba de cantar y parecía que ni lo notabas.
Cuatro bises nos ofrecieron. “Estrella Polar”, “Vulcano”, “Tic Tac” y “Loco”. No sé muy bien como describirlo con palabras. Durante los dos primeros la tensión se podía cortar, la gente ya casi era incapaz de contenerse y… llego el momento, antes de “Tic Tac”, en el que Carlos dijo eso de… “venga, que ya nos dejan…”.
Todos nos pusimos en pie al instante. En ningún momento se rompió ningún protocolo ni ninguna distancia de seguridad, vaya esto por delante. Y la gente disfrutó absolutamente estos dos últimos temas desde su lugar, saltando y gritando, soltando cierta frustración de una manera que me sobrecogió. Enorme.
Sôber volvió a lo grande. ¡Vaya si lo hizo!