«Si te dedicas a la música puedes sentirte afortunado, porque llegar al corazón y el intelecto del público es un gran privilegio, un gran acto de comunicación.» (Pág. 19). Con esta inspiradora frase comienza el cuarto libro de Rafael García -tercero para el sello Ma non troppo – Taller de música de Redbook Ediciones- y desde luego es una sincera y directa declaración de intenciones.
María Neila
El autor pone de manifiesto en esta obra dirigida a músicos -pero cuyo interés bien puede trasladarse a la totalidad de las artes escénicas- la necesidad imperiosa de llegar a un equilibrio entre cuerpo y mente, combinando la práctica denominada «real» con la práctica y el entrenamiento mental para la consecución de unos resultados satisfactorios tanto para el intérprete como para el oyente -pero sobre todo para el primero-.
Con un texto repleto de ejemplos, citas y alusiones a estudios de diversa índole, y con una bibliografía más que considerable, resulta muy sencillo, desde las primeras páginas, adentrarse en la materia que Rafael propone y obtener de ella abundantes recursos con los que empezar -o ampliar- nuestro trabajo en lo que a entrenamiento mental se refiere. «El modelo» -como el propio autor asegura- «está basado en la constatación científica de que durante la visualización y la ejecución física real se produce una actividad neuronal similar.» (Pág. 49) Esto quiere decir que el tiempo que empleamos en el trabajo mental -relajación, atención a nuestra postura, visualización de nuestra ejecución musical, de la puesta en escena, etc.- es tan necesario como aquel en el practicamos de forma física con nuestro instrumento -incluyendo la voz de los cantantes en esta categoría-, por lo que debemos dedicarle su correspondiente tiempo en nuestras sesiones de estudio y práctica.
La atención que dedicamos a nuestro estado físico -postura, relajación, etc.- es, en numerosas ocasiones, muy deficiente, y en esta obra Rafael nos invita a tomar consciencia de la necesidad de cuidar este aspecto de forma continua y meticulosa para evitar males que puedan comprometer tanto nuestra carrera musical como nuestra salud en general. El autor, además de psicólogo y músico, es profesor de Técnica Alexander -a la que le ha dedicado el libro «Técnica Alexander para músicos»-, disciplina aún poco conocida y reconocida en nuestro país pero cuyos fundamentos son básicos no sólo para los artistas si no para cualquier persona interesada en mejorar su estado físico -y, por consiguiente, mental- gracias a unos patrones posturales adecuados.
Cabe destacar la importancia que Rafael García otorga, dentro de la búsqueda de la excelencia interpretativa, a la parte emocional del intérprete, ofreciendo las herramientas necesarias para adentrarnos en el apasionante mundo de la música desde un punto de vista comunicativo más allá del virtuosismo, entendiendo la música como el arte de transmitir emociones, de contagiar estados de ánimo. Entre estas herramientas se encuentran los ejercicios mentales adecuados para manejar el nerviosismo y combatir el miedo escénico que nos provoca enfrentarnos a un público o a un jurado examinador. Y es que, al fin y al cabo, no hay público más exigente ni jurado más severo que el que reside dentro de nosotros mismos. Por esta razón considero de vital importancia -y el autor deja buena constancia de ello en esta obra- tomarnos el tiempo necesario para trabajarnos a nosotros mismos desde dentro hacia fuera. Estudiarnos y analizarnos, corrigiendo los posibles desvíos y aprendiendo a darnos las instrucciones y los mensajes adecuados, de acuerdo con nuestros objetivos y siempre obedeciendo a nuestros valores -lo que el psicólogo Steven Hayes, como el autor enuncia, vino a describir como «terapia de aceptación y compromiso»-.
Como cantante y formadora en técnicas de comunicación y control del miedo escénico, no puedo más que recomendar encarecidamente este libro y mostrar mi creciente interés por el resto del trabajo educativo de Rafael García. Creo muy necesarios en el ámbito artístico -y ya de paso en todos los ámbitos- profesores con vocación y pasión, ansiosos por transmitir el disfrute que se obtiene al ser capaces, más allá de nuestra perfección técnica, de despertar interés y reacciones positivas en aquel o aquellos a los que tenemos enfrente a la hora de llevar a cabo lo que en cada momento nos traigamos entre manos.
María Neila