Si excluimos de la cuenta el magnífico directo desde el Teatro Arriaga, han sido más de cinco años sin nuevo material de Fito y sus Fitipaldis. Aunque sería mucho excluir, porque la vuelta de tuerca que le dio a muchos de sus temas en aquellas dos noches que quedaron registradas para la posteridad bien podrían equivaler a algún tema nuevo. Sea como fuere, Fito está de vuelta y eso siempre es buena noticia a priori.
Como viene siendo habitual todo a esta orquestado bajo la batuta del gran Carlos Raya, quien se ha encargado de la producción en el Estudio Uno de Colmenar Viejo y ha supervisado las mezclas de Joe Blaney en los Avatar Studios de Nueva York.
“Huyendo conmigo de mí” es el sexto disco de estudio de Fito, en el que vuelve a ofrecernos un producto de alta calidad. Su consabida fusión de rock clásico, blues, magníficos arreglos y letras que dicen mucho, aunque no siempre de la mejor manera, es ya marca registrada. Podríamos hacer una crítica autoconclusiva en una sola frase: “Huyendo conmigo de mí” no va a sorprender a nadie. Y sería cierta. Podríamos tirar del tópico más tópico de las criticas musicales: “Huyendo conmigo de mí” suena a Fito”. Y también sería cierto. Podrían ser aspectos negativos, pero la realidad es que la fórmula, que repite hasta la saciedad, funciona. Y funciona muy bien.
“Entre la espada y la pared”, que fue el primer tema que nos ofrecieron como adelanto, abre el disco. Corte quizá demasiado tranquilo, por lo menos en un principio, para arrancar un álbum. Sin un estribillo claro, y cogiendo ritmo según avanza, no es mal tema, pero ni me convenció en su día cuando salió como adelanto ni me termina de convencer ahora, meses después de aquello.
“Lo que sobra de mí” es otro asunto. Más animado, y con esos ritmos a caballo entre el rock and roll y el blues que tan bien se le dan, recuerda a las primeras grabaciones de Fito, antes de renovar de arriba a abajo a sus Fitipaldis. Uno de los mejores cortes del álbum.
“Pájaros disecados” es uno de esos temas tranquilos y plagados de maravillosos arreglos a los que nos tienen acostumbrados. La mano derecha de Fito, con sus arpegios y pizzicatos, crea el camino para que Carlos Raya nos deleite con gusto y con su clase, entrando y saliendo de ese camino a su antojo. Aún así hecho de menos la intensidad emocional que Fito solía poner en su voz en canciones de este tipo, y es que la sensación al final del disco es que quizá se ha dejado poseer demasiado por ese ambiente de los teatros que ha venido haciendo, de un formato más acústico e intimo donde a veces se echan de menos arranques menos controlados. Esa vena impulsiva y desgarradora, rockera de la vieja escuela, que en anteriores lanzamientos estaba mucho más presente y que aquí está más bien ausente.
Como es habitual, Fito vuelve a incluir una versión en este nuevo disco. Anteriormente fueron La Cabra Mecánica y su “Todo a cien”, el “Deltoya de sus amigos Extremoduro o Los Secretos y su “Quiero beber hasta perder el control”. En esta ocasión el homenajeado es Javier Krahe. Fito se lleva a su terreno “Nos ocupamos del mar”, dando lugar a una balada bastante tópica en lo musical que no ha quedado nada mal con la mayor presencia del piano y el saxo.
“Nada de nada” posee una letra crítica con la situación actual del país, algo extraño en la carrera en solitario de del bilbaíno. Una canción movida, pegadiza, con gran presencia del hammond en el estribillo y del saxo tras éste, que podría haber formado parte de cualquiera de sus dos anteriores lanzamientos.
Con “El vencido” volvemos a la balada, a una lenta introspección en la que Fito nos ofrece sus reflexiones sobre cierta parte de su vida. Correcto, con momentos emotivos, pero al que, como comenté antes, le falta ese plus de intensidad. Ese plus que sí tiene el que para mí es el mejor tema de este álbum: “Garabatos”. Rockero, con cierto punto rebelde, pegadizo y con gran calidad. Este es el Fito que todos queremos y que por desgracia aquí no asoma demasiado. Y con esto no estoy diciendo que el resto esté mal, ojo.
Curioso que Fito se justifique acerca de su música y sobre lo que hace o no deja de hacer, si hace siempre lo mismo o no, en “Lo que siempre quise hacer”. ¿Una reafirmación en si mismo o un cosquilleo en la conciencia?. Da igual, estamos ante un blues puro, con la armónica de Manolo del Campo llevando el peso, mientras los arpegios de piano hacen el resto.
Lo hace aún más curioso que el siguiente tema, instrumental, se llame “Umore Ona”. Todo un guiño a los más nostálgicos, dedicando una canción al bar, de mismo nombre, donde se reunían Platero y Tú y buena parte de la escena musical bilbaína hace ya unos buenos años.
Y para cerrar, vuelta a la temática marinera con “Después del naufragio”, otra balada, esta vez bastante más pesimista.
En definitiva, es Fito y la calidad siempre está presente, pero siendo justos no estamos ante su mejor lanzamiento. No es un mal disco, pero es que el listón estaba alto y quizá esa marcada tendencia hacia la balada, hacia la introspección pero sin el feeling que normalmente destila el bilbaíno lastra a este “Huyendo conmigo de mí”. Enorme Carlos Raya, eso sí.
Alberto López
Temas:
1 Entre la espada y la pared
2 Lo que sobra de mi
3 Pájaros disecados
4 Nos ocupamos del mar
5 Nada de nada
6 El vencido
7 Garabatos
8 Lo que siempre quise hacer
9 Umore ona
10 Después del naufragio