Five Finger Death Punch + In Flames + Of Mice & Men – 11 de Diciembre ’17 – WiZink Center, Madrid
Creo que fue al segundo o tercer tema de In Flames cuando dije: “se lo van a poner muy difícil a FFDP”. Procesado ya, o casi, todo lo acaecido anoche puedo decir que si, se lo pusieron difícil, pero más difícil nos lo pusieron los tres grupos a los que tenemos que expresar con palabras lo que allí vivimos. Porque hay cosas que por mucho que te cuenten hay que vivirlas, hay que oírlas y verlas y hay que sentirlas. Y lo de anoche fue algo muy complicado de explicar con palabras.
Texto: Alberto López
Fotos: Susana Manzanares
Un espectáculo de luces y sonido de un nivel altísimo que cada banda explotó de manera muy diferente, pero igualmente satisfactoria. Hay quien dirá que mejor unos, hay quien dirá que mejor otros. Realmente, a tal nivel, la diferencia es más en gusto que en buen hacer, y de lo que no hay duda es de que si hubo algún triunfador anoche fue el público, que se fue a casa con una de esas experiencias que tardan en olvidarse.
El WiZink Center contó con una muy buena entrada ya desde primera hora, y fue mejorando ostensiblemente para alcanzar su punto álgido con el comienzo de In Flames. Para tratarse de un lunes laborable y con la cantidad de conciertos que ha habido y que se nos vienen encima fue todo un logro. Así pues, Of Mice & Men, los primeros en pisar las tablas, contaron con una buena audiencia, a la que se vio muy entregada ya desde los primeros acordes de “Unbreakable”, quizá su tema más melódico y accesible, que ya arrancó a parte del público a cantar el estribillo, aun siendo su tema más nuevo, primer single de adelanto del que será su próximo álbum.
El sonido, desde el primer momento fue limpio y potente, nada parecido a otros casos en los que los primeros grupos del cartel ven recortados sus recursos de manera notoria. Además, pudimos apreciar un buen juego de luces. Todo esto en el primer tema de la tarde/noche auguraba algo bueno, pensando en lo que podía venir después, aunque nadie se imaginaba hasta qué punto íbamos a vivir algo inolvidable.
Cambiaron el sobrio rojo, por los colores de la bandera estadounidense y se adentraron en “Public Service Annoucement”, más cañera y veloz y que desató los primeros botes en las filas más próximas al escenario.
Hay que recordar que el cantante, y fundador de la banda, Austin Carlile tuvo que abandonar la formación el año pasado debido a un empeoramiento de su estado de salud por la enfermedad degenerativa que padece, y que desde entonces es Aaron Pauley quien, además del bajo, se encarga de las voces, desempeñando un gran trabajo, como pudimos comprobar en “Pain”.
“You Make Me Sick”, otra de las nuevas como “Warzone” y “The Depths” fueron las siguientes y también las últimas, ya que tras apenas treinta minutos se despidieron visiblemente emocionados ante la respuesta que habían tenido por parte de la audiencia en la que era su primera visita a nuestro país.
Fue breve, pero lo hicieron realmente bien y gustaron, no se les puede pedir más.
Esta era la parte fácil de relatar, lo complicado es explicar lo que sucedió a continuación. Ya durante el cambio de escenario, y aunque estaba echado el telón, se pudo intuir que In Flames estaban preparando una buena, lo cual confirmamos minutos después. Las luces se apagaron y el negro telón dio paso a otro transparente con las letras de In Flames ocupando buena parte de este. Las luces rojas lo iluminaban desde atrás mientras sonidos electrónicos llegaban del escenario. Y sin más aviso comenzaron con “Drained”. Debido al telón a la banda no se la veía, se la intuía tras su propio logo. Tocaron el tema entero con el telón, creando cada vez más expectación por lo que habría detrás y que no se veía con claridad, en lo que fue una manera de lo más original de comenzar el concierto.
Ovación cerrada, telón que cae coincidiendo con el comienzo de “Before I Fall” y todos boquiabiertos al ver la que tenían preparada Anders Fridén y compañía. El escenario estaba compuesto en dos alturas, estando la batería y los teclados por encima del resto, cada uno a un lado de las tablas. Las tarimas que los sostenían daban la sensación de que eran cubos, pero en realidad eran simples estructuras forradas de cortinas de LED’s transparentes en las que, al igual que tras el escenario, se proyectaban diferentes imágenes en alta definición acordes con cada uno de los temas. Esto, sumado a los cientos de focos de todo tipo que también les acompañaban, creó un espectáculo visual sencillamente brillante, que por más que trate de explicaros no alcanzaréis a captar toda su dimensión, porque aquello era para verlo.
Para cuando “Everything’s Gone” terminaba todavía estábamos un poco en shock por lo que estábamos viendo… y oyendo, porque también empezábamos a ser conscientes de que el sonido era simplemente perfecto. Si, perfecto. Una mezcla sin fisuras, en la que cada instrumento, incluida la voz, se oía limpia y claramente. Todo estaba en su lugar, y la contundencia y la calidad asustaban.
Y entonces llegó “Take This Life” y cientos de cuellos quebraron con su ritmo trepidante. Sin descanso dieron paso a “Trigger” y el WiZink Center estalló de júbilo para acto seguido, ya con “Only For The Weak” casi venirse abajo entre tanto bote y tantas gargantas coreando el mítico estribillo, tan conocido como necesario.
En aquel momento el éxtasis era generalizado ante tal derroche sonoro y visual, con una banda que no daba tregua, clavando cada nota, cada cambio, cada parón. Impresionante la demostración de los suecos, que continuaron deleitándonos con “Dead Alone”, “Darker Times” o “Drifter”. A continuación llegaron las sorpresas, y es que la mirada que echaron 22 años atrás fue celebradísima, y poder disfrutar de “Moonshield” y “The Jester’s Dance” fue un gustazo, sobre todo para los fans más antiguos de la banda que tienen en aquel lejano “The Jester Race” uno de sus puntos de referencia.
Decir que “Save Me” fue una más quizá es hacerle demasiado de menos, porque el nivel fue altísimo durante todo el rato, pero sí que fue una de las que menos reacciones suscitó. Fue el momento en el que todo quedó en oscuridad para, segundos después, comprobar que de lo alto del escenario colgaba un gigantesco owlboy, el chaval con cabeza de búho que forma parte de las ilustraciones del “A Sense Of Purpose”. La siguiente, como no podía ser de otra manera, fue una inconmensurable “Alias”.
La recta final de concierto estuvo compuesta por cortes más recientes, que tuvieron su punto álgido con “Deliver Us”, otro de los mejores momentos de la noche, y alguna que otra mirada al pasado como la grandiosa “The Quiet Place”. Semejante deleite audiovisual terminó con un magnífico “The End”. Impresionante lo que nos ofrecieron In Flames, de lo mejor visto en este año, por lo menos, y que ponía el listón prácticamente insuperable para FFDP.
¿Y lo superaron? Si digo que si estaría mintiendo, pero tampoco quedaron por debajo, simplemente fueron dos espectáculos grandiosos muy diferentes entre ellos que lo único que evidencio fue el altísimo nivel de lo que disfrutamos anoche. Porque lejos de quedarse atrás, FFDP también tenían preparado lo suyo, y tras casi 45 minutos de cambio de escenario también se intuía que sería gordo. Y es que claro, una vez retirado el telón y caernos encima toda su brutalidad con “Lift Me Up”, presenciar un escenario presidido por una gigantesca calavera, cruzada por dos bates de béisbol igual de inmensos, de la cual emanaban láseres de los ojos, y ser conscientes de que, aun con otra configuración, el sonido era igual de brutalmente bueno que con In Flames…
La conmoción volvió a apoderarse de nosotros, mientras coreábamos el consabido estribillo a voz en grito.
Si con In Flames el espectáculo visual lo pusieron las proyecciones, en el caso de FFDP fueron la infinidad de láseres y sus distintas configuraciones. Tremendamente efectivos, fueron un auténtico disfrute, con sus múltiples colores y formas. Otra diferencia fue la reacción del público, mientras que con los suecos estuvo algo más calmado, todos admirando, contemplando, disfrutando igualmente pero de una manera más perceptiva, con FFDP se desató la rabia, los cuellos se movían más y los estribillos eran mucho más coreados.
Dos maneras muy diferentes de entender un concierto, dos grupos muy diferentes y dos formas muy distintas de disfrutarlos. Y la suerte que tuvimos de poderlo hacer todo en la misma noche y que cuadrase a la perfección. Ivan Moody estaba de vuelta en la banda, tras haber abandonado su anterior gira europea por problemas con sus adicciones, y se le vio en todo momento entregadísimo y muy en forma, tanto física como vocalmente hablando, además de especialmente comunicativo.
En cierto momento llegó a pedir disculpas a todos por haber tenido que abandonar la banda temporalmente, literalmente dijo sentirse avergonzado. Así pues, “Never Enough” y “Wash It All Away” continuaron con la avalancha sonora, poniendo en movimiento a todo el WiZink con sus machacones y potentes riffs. “Got Your Six” y “Ain’t My Last Dance”, para la cual invitaron a Aaron Pauley a subir al escenario con ellos, continuaron el repaso a su último lanzamiento, si exceptuamos el reciente recopilatorio publicado por sus 20 años de carrera, de manera brillante.
Ivan estuvo bien, pero es que el apoyo que le ofrecen en las voces Chris Kael y Jason Hook es importantísimo, y en esta noche estuvieron especialmente acertados. Llegó un breve momento de pausa en el que Moody vaciló un rato con el público y se echó unas risas con Jason mientras amagaban con tocar primero “Crazy Train” y después “Enter Sandman”, para acabar deleitándonos con esa versión tan buena del “Bad Company” que ya es casi suya. Llegando casi al ecuador de su concierto, fue el momento que eligieron para subir a un montón de fans al escenario a acompañarles en “Burn MF”.
Pero eso no sería todo, porque también tuvieron un auténtico detallazo que les honra: invitaron a escena a Tommy Vext, el vocalista que les echó una mano cuando Ivan no estuvo. La verdad es que Tommy les sacó de un buen apuro el pasado verano y llevarle con el de gira y que forme parte de uno de los temas es una bonita manera de agradecérselo. Así pues, Ivan y Tommy, con un montón de fans a ambos lados del escenario, se ventilaron el tema mano a mano, jugando incluso con el público, animándoles a cantar eso de “Burn Mother Fucker Burn!!” hasta la saciedad.
Hasta el momento no habíamos tenido apenas respiro alguno, que llegó con los tres siguientes temas, que como vienen haciendo últimamente los interpretan en formato acústico, con Jason e Ivan únicamente sobre el escenario. “I Apologize”, “Wrong Side Of Heaven” y “Remember Everything” sonaron bonitos e intensos, e incluso por momentos Ivan nos sorprendió arrancándose a capella más que decentemente.
Tras esto sólo quedaba la traca final, totalmente abrumadora y bestial: “Coming Down”, “Jeckyll And Hyde”, “Under And Over It” y “The Bleeding”. Impresionante. Como no, se despidieron largamente del público mientras sonaba “House Of The Rising Sun”.
Todo dicho, una noche para el recuerdo, sin lugar a dudas. Pocas veces hemos disfrutado de un concierto, en el que se incluyan varias bandas, tan redondo y espectacular.
Texto: Alberto López
Fotos: Susana Manzanares