Garage Sound Festival – Sábado 9 de Junio ’18 – Auditorio Miguel Ríos, Rivas-Vaciamadrid
Tras el gran nivel que se vio durante todo el día anterior, el listón estaba bastante alto para las bandas que, ya en un segundo día en el que la lluvia nos respetó e incluso el sol calentó hasta que se escondió tras el horizonte, iban a subir al escenario.Por diversos motivos inexcusables, no pudimos comenzar la jornada antes y llegamos para presenciar el show de los madrileños Hell’s Fire. No pudimos disfrutar de Los Gallos, Mirloblanco ni de The Splizzy Gang, ganadores del Rising Star, con lo que pueden apuntarnos la falta, que nosotros nos la apuntamos también para futuros eventos, ya que todo el mundo al que pregunté me habló maravillas de las tres bandas, sobre todo de Mirloblanco.
Texto: Alberto López
Fotos: Mario López
Hell’s Fire salió a comerse el escenario, conscientes de que contaban con unos escasos treinta minutos de actuación, los cuales aprovecharon al máximo con una propuesta que quizá fuese la que más se salía de la norma viendo el cartel. Su Southern Rock/Metal tiene un deje a Pantera que es difícil obviar, y más viendo a Big Mario, su vocalista, con un look y unas poses sobre el escenario que recuerdan a Phil Anselmo.
Habiendo cumplido ya diez años como formación, con tres discos a sus espaldas y una calidad como la que atesoran, seguramente deberían ocupar un lugar más prominente en la escena estatal, si no basta con verles en directo y disfrutar de cortes como “Call Of The Swamp”, “The Hearse” o la enorme “March Of The Witch”. Curiosamente, cerraron con una versión del “Rodhouse Blues” de The Doors, la misma que hicieron Buckcherry el día anterior. Nada que ver la una con la otra, obviamente.
Enormes, potentes, gruesos, pesados, enérgicos… Todos son adjetivos que definen a los madrileños y su directo.
Tras una degustación del motor que allí había presente, llegaban los holandeses DeWolff. El trío formado por los hermanos Van de Poel y Robin Piso hicieron gala de su blues rock con toques psicodélicos. Con el teclado como un elemento principal más en la parte frontal izquierda del escenario, mirando hacia el otro lado de éste, la batería en el centro y Pablo Van de Poel algo más liberado de movimientos, dieron comienzo al show con “Big Talk”. Su música, junto con su estética, rápidamente nos llevó a finales de los sesenta y primeros años de los setenta. La calidad de esta joven banda está fuera de toda duda, y así lo demostraron al encarar “Tombstone Child” y “Sugar Moon”, dejando a todo el mundo boquiabierto. Nombres tan dispares, y a la vez tan cercanos, como Focus o Bee Gees pasaron por mi cabeza, todo ello entre mezclado con su blues rock y sus devaneos progresivos.
Por desgracia, según fue transcurriendo “Tired Of Loving You”, hubo gentes que fue perdiendo el interés. Cierto es que es una banda que pueda llegar a cansar un poco en un ambiente festivalero, con un público muy dispar, pero que en su mayoría estaban allí por la parte más hard rockera del cartel. Aun así, contaron con un bueno de fieles, a una hora temprana, lo cual no es de extrañar, viendo el nivel que demostraron también con “Double Crossing Man” y “Deceit And Woo”, con las que cerraron.
Cada vez se les va oyendo más, y no es de extrañar, porque calidad tienen de sobra. Me dejaron con ganas de verles en un ambiente más recogido.
Algo similar a lo ocurrido con DeWolff me pasó con Graveyard, los siguientes en salir al escenario. Creo que es un tipo de banda que, pese a poseer una calidad innegable y unos temas de altura, son más disfrutables en un ambiente de sala, donde tienen más cabida los cortes más elaborados. Al final, en un festival de estas características, los temas más directos son los que mejor funcionan. Dicho esto, Graveyard demostraron el por qué están considerados como una de las “nuevas” bandas de mayor calidad. Y entrecomillo lo de nuevas porque ya poseen cinco discos en su haber, y ya han pasado de ser promesas a ser una realidad bien tangible. “Slowmotion Countdown” y su nuevo single “Please Don’t”, sonaron espectaculares para ir abriendo boca.
Sin poca comunicación, pero con mucha presencia, siguieron alternando temas que ya casi se diría que son clásicos, con los de su más reciente lanzamiento. Así pues, “Hisingen Blues”, “Magnetic Shunk” y “The Fox”, siguieron por su senda hard rockera, con esos toques progresivos y oscuros a veces, que les hacen tan particulares. Joakim Nilsson estuvo muy correcto a la voz, pero fue en su labor a las seis cuerdas donde, junto a Jonatan Ramm, brilló con luz propia. Muy buen trabajo a las guitarras, pero hubo un músico que incluso sobresalió más. No fue otro que Truls Mörck al bajo, que pertrechado con su Rickenbacker negro, dio todo un recital.
“Walk On”, “Bird Of Paradise”, “Uncomfortably Numb” o “The Siren” fueron otros de los temas destacados de una gran actuación. Si algo se les puede reprochar es que estuvieron algo parados, pero es que el día de la macarrería, había sido principalmente, el anterior. En este segundo día primaba algo más la clase y la técnica que los himnos coreables y la actitud, sin que esto sirva de agravio alguno hacia el buen hacer de las bandas de la primera jornada.
Y llegó el momento polémico del festival. Los horarios hasta el momento se habían respetado escrupulosamente, pero algo pasó y Black Star Riders salieron con aproximadamente treinta minutos de retraso, teniendo que acortar sensiblemente su repertorio. ¿Qué ocurrió? A muchos les oí comentar que fue porque el show de motor previo al concierto se había alargado más de la cuenta. La realidad, parece ser, es que ocurrió todo lo contrario: el show de motor se alargó a la espera de que los backliners de la banda cambiasen la microfonía, ya que a pesar de no haberlo especificado quisieron disponer de micros inalámbricos y hubo que cambiarlo todo. Con suma lentitud, todo hay que decirlo.
Así pues, con el mencionado retraso, y después de haber visto desfilar a los mejores coches del festival, salieron a escena Black Star Riders, que recordemos que no son otros que los músicos de la formación más reciente de Thin Lizzy. Ricky Warwick a la voz, Scott Gorham y Damon Johnson a las guitarras y Robbie Crane y Jimmy DeGrasso al bajo y a la batería, respectivamente.Salieron tarde y encima tardaron en acondicionar el sonido más de lo deseable, ya que al principio de “All Hell Breaks Loose” la voz de Ricky era prácticamente inidentificable, algo que se arregló hasta un punto bastante más decente. No ocurrió así con la guitarra de Gorham, que en muchos lugares no se oía apenas, dejando casi todo el protagonismo sonoro de las guitarras en manos de Johnson.
Aun así pudimos disfrutar de dos buenas versiones de Thin Lizzy, “Jailbreak” primero, “The Boys Are Back In Town” más tarde. “Heavy Fire”, “Soldierstown” y “The Killer Instict” sonaron antes de que cerraran con “Kingdom Of The Lost”. Eso fue todo, siete temas y un sonido un tanto deficiente. También es justo decir que en cuanto a la ejecución la banda estuvo impecable, pero el resto de cosas no acompañó, y al final, la decisión de cambiar de microfonía pesó demasiado en el resultado final. Una lástima.
El show del día, y seguramente del festival, fue el de Glenn Hughes. El veterano músico venía con repertorio único y exclusivo de temas de Deep Purple, y fue un auténtico gustazo. Acompañado por una gran banda, y superando ciertos problemas de sonido que tenían dentro del escenario, el señor Hughes dio una auténtica lección de Rock. Su voz sigue siendo de las mejores del mundo, combinando ese toque negro con sus agudos imposibles, mientras que al bajo tampoco es manco, ni mucho menos. Además, su actitud y entrega es total, la de la auténtica estrella que es.
Ya desde el comienzo con “Stormbringer” nos dimos cuenta de que aquello iba a ser un bolazo. Buen sonido y una banda en plena forma, con Glenn por encima de todos ellos, y que en “Might Just Take Your Live” estuvo sublime, vocalmente hablando. Más bluesy y relajada sonó “Sail Away”, la cual dio paso a la emblemática “Mistreated”, una canción que durante mucho tiempo le ha acompañado en su carrera en solitario y que la interpreta a la perfección.Tras un extenso solo de teclado, vino la también extensa “You Fool No One”, que originalmente supera los quince minutos, pero que aquella noche la alargaron más con un solo de batería bastante entretenido.
Quizá se estaban excediendo un poco con los solos, pero era tal la maestría que a nadie parecía importarle demasiado. Y menos cuando empezaron a sonar los acordes de aquella que “conoce todo el mundo”. Claro, “Smoke On The Water” fue cantada por todos en una comunión magnífica. Quizá para aliñarla un poco, en la parte central incluyeron el “Georgia On My Mind” de Ray Charles, casi nada. Su voz brilló con voz propia en “Highway Star” que, como la anterior, no fue compuesta en su época Purple, pero las lleva en directo y le quedan absolutamente deliciosas. Mucho nivel se concentró sobre el escenario, que estuvo a punto de salir ardiendo de intensidad con “Burn”, último tema que nos regalarían aquella noche.
Una verdadera pasada la calidad y la entrega de Glenn Hughes (y del resto de la banda) para el que parece que no pasan los años. ¡Qué manera de menear las caderas!
Se hizo corto, pero fue un gustazo de concierto.El listón había quedado altísimo, éramos conscientes de ello, pero aun así quedaban dos bandas bastante disfrutables.
Con Dante Gizzi a la cabeza, los escoceses Gun salieron a escena bien pasada la media noche. Una banda que tuvieron su gran momento en la década de los 90, y que pese a haber seguido publicando discos, basaron su set list en sus grandes éxitos, sin arriesgar demasiado, pero sabedores que es algo que les funciona. Y más cerca del cierre del segundo día de un festival. El sonido les acompañó, favoreciendo su Hard Rock melódico, con guiños al Pop Rock, de corte más bien comercial, sobre todo si lo comparamos con otros compañeros de cartel. Y no uso el adjetivo comercial como algo descalificativo. Le echaron ganas, siendo una banda que va sobrada de clase y buen hacer en directo, demostrándolo desde el primer acorde de “She Knows”.
El resto fue un ir y venir entre clásicos más o menos potentes, facturando un repertorio de lo más equilibrado y que dejó a todo el mundo satisfecho.“Don’t Say It’s Over”, “Better Days”, “Inside Out”, “Steal Your Fire”, la magnífica versión de Cameo “Word Up!” o “Shame On You”, todos ellos cortes absolutamente emblemáticos, hicieron de su actuación algo distendido y divertido, sin mayores pretensiones, que a la hora en la que estábamos agradecimos, disfrutando de un conciertos de buen nivel.
Y todavía quedaba más, ya que mientras debatíamos si todavía nos quedaban fuerzas para mantenernos en pie, y pasadas ya las dos de la mañana, saltaba a escena una de las bandas que mejores discos ha editado estos últimos años: Imperial State Electric.
Nick Royale salió con su reconocible atuendo y aunque el sonido volvió a fallar a última hora, como ocurrió el día y el año anterior (raro, raro…), tardo poco en recargarnos las pilas a los que aun aguantábamos allí en pie. Bastaron “It Ain’t What You Think (It’s What You Do)” y “Empire Of Fire” para que el ambiente se caldease otra vez. Rescataron cortes de sus dos primeros discos como “Deja Vu”, “A Holiday From My Vacation” y “Uh Huh”, cosa que agradecimos profundamente, y que junto a temas que incitan a corearlos como “Faustian Bargains” y “Just Let Me Know”, nos dejaron un gran sabor de boca. Y es que es curiosa la capacidad que tiene el bueno de Nick de imprimirle fuerza, energía, carácter y calidad a todo lo que hace.
La versión del “Beer Drinkers & Hell Risers” de los míticos ZZ Top puso punto y final a su actuación y con ello al festival.
Un festival que sigue siendo único en su especie, que sigue siendo un evento divertido hasta decir basta, que ofrece algo diferente a lo que nos satura todos los años y en el que los empleados brillan tanto como los grupos, derrochando amabilidad y buen rollo. Le sigue faltando algo de gente, y mejorar ciertos aspectos del sonido, algo que esperamos que quede solucionado en una tercera edición. Porque deseamos que haya una tercera, y que el festival siga creciendo como merece.
Texto: Alberto López
Fotos: Mario López