Algo nos pasa en el rock europeo que estamos nostálgicos perdidos. Para entender el título de este sexto disco de H.E.A.T. habría que remontarse a sus orígenes, ya que es deudor del debut que publicaron en 2008.
Sara J. Trigueros
La originalidad es una característica puesta en valor en época reciente. La consideramos virtud, pero la historia del arte está llena de reelaboraciones de obras anteriores. Encontrarse con algo bueno en un terreno conocido provoca una sensación hogareña que, en lo personal, cada día valoro más. Este es uno de esos casos.
Si pensamos en los suecos como esa gran promesa que fueron en sus comienzos, su carrera ha sido bastante irregular, pese a haber firmado dos discos tremendos como fueron los dos primeros. Se entiende que hayan querido mirar a aquella época, de la que hace ya más de una década, para continuar en una línea que los convierte en el caballo ganador del hard rock melódico actual. En este disco encontramos de todo, pero apenas tenemos tiempo para asimilarlo en una primera escucha. De hecho, apenas tenemos tiempo para descansar, porque de sus 11 cortes, 9 son un chute de adrenalina detrás de otro.
Como declaración de intenciones, «Rock Your Body» es más que suficiente. Los coros, el estribillo, los riffs. Tiene todos los ingredientes para ser la obertura ideal y se van introduciendo justo en el momento adecuado para que funcionen a la perfección, algo no muy diferente de lo que ocurre con «Dangerous Ground» que, por cierto, tiene un macarra videoclip muy simpático. En el tercer tema, «Come Clean», se mantienen a la altura añadiendo más melodías y mayor presencia de los teclados, sin perder un ápice de fuerza.
H.E.A.T. no dan tregua en este disco y a continuación se marcan los dos temas más heavies: «Victory» y «We Are Gods». Con el sabor ochentero de siempre, la parte central del álbum trabaja de forma sobresaliente los solos y muestra a un Eric Gronwall estratosférico. A estas alturas ya uno se puede empezar a imaginar que el disco está planteado para que indudablemente el público lo dé TODO en los conciertos. Tiene que ser apoteósico verlos defender estos temazos arriba de un escenario.
A «Adrenaline» se le aplica mucho de lo que he venido diciendo hasta ahora: años 80 en vena. Algo aquí recuerda a Scorpions y a los mejores Whitesnake. Y con «One By One» tampoco bajamos de intensidad. Muy pegadiza y muy coreable, como el 90% del disco, y con un solo central añejo y espectacular a partes iguales.
Cuando parece que ya no vamos a poder soportar durante mucho más tiempo ese ritmo, llega la balada del disco. Habrá otra, pero «Nothing to Say» es, por derecho propio, La Balada. No tiene nada de especial salvo lo conmovedora que resulta, que creo que es lo mejor que se le puede pedir a este tipo de baladas sin mayores pretensiones. Una de esas canciones que te hacen sonreír a la persona que tengas al lado y reconciliarte un poco con la vida. «Heaven Must Have Won an Angel» comienza como otro remanso de paz y va poco a poco cogiendo ritmo para prepararnos para la recta final.
El disco terminará más o menos como había empezado, con dos temas de muy buen hard rock, y dejándonos como recuerdo que terminamos de escuchar un disco impoluto, con un nivel excepcional y que nos ha mantenido arriba prácticamente todo el tiempo.
Sara J. Trigueros
Temas
1. Rock Your Body
2. Dangerous Ground
3. Come Clean
4. Victory
5. We Are Gods
6. Adrenaline
7. One By One
8. Nothing To Say
9. Heaven Must Have Won An Angel
10. Under The Gun
11. Rise