Este año cumple 40 años uno de los grandes iconos de la historia de la música. “The Number of the Beast” es el disco que llevó al estrellato a Iron Maiden, un disco sin parangón en su carrera, que cristaliza y perfecciona la inclinada línea ascendente que suponían sus dos discos predecesores y que, a partir de ahí, se convierte en uno de los discos sagrados más relevantes, dentro de los que conforman la Biblia del Heavy Metal.
Toni Marchante
En 1981 Iron Maiden, Judas Priest , Saxon, Motörhead y Def Leppard lideraban la escena de una nueva vertiente etiquetada como New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM). El éxito alcanzado hasta el momento gracias a la labor de sus componentes era importante, pero había algo que no funcionaba.
Su carismático frontman Paul Di’Anno empezaba a desentonar con el resto de sus compañeros. Por otro lado, el cantante de Samson, teloneros habituales de Maiden, un tal Bruce Dickinson en esos momentos soñaba con poder formar parte del grupo, ya que pensaba que le podía incluso dar otra dimensión.
Era una decisión difícil y con riesgo, Paul había hecho una gran labor en los dos discos anteriores y cambiar algo que funciona es poder meterse en líos sin necesidad de ello. Pero esa decisión fue crucial para el devenir del grupo, la voz y el desparpajo de Bruce vino como anillo al dedo tanto a la evolución de su música, como al ambiente dentro del grupo.
Además, se mataban varios pájaros de un tiro, ya que contrataban a un magnifico compositor como después se vio en posteriores grabaciones y como participó en este, aunque no aparezca en los créditos de las canciones para evitar problemas legales derivados de su contrato con su anterior banda Samson.
Una formación que solo difiere en el batería de la formación actual 40 años después y además fue el último álbum de Clive Burr con los Maiden. Dejó la banda por problemas personales y por no poder compatibilizar las giras con su agenda.
Clive falleció en 2013 como consecuencia de los problemas derivados de la esclerosis múltiple que le diagnosticaron en 1994. Clive fue clave para la estructura rítmica de este álbum y merece una mención de honor en esta reseña.
Acompañando a Bruce y Clive tenemos a la pareja de guitarras, condimento esencial para el éxito de Iron Maiden, dos guitarristas totalmente diferentes pero que se compenetran perfectamente David Murray y Adrian Smith.
Su impacto en el disco es definitivo y el tratamiento de las guitarras es colosal, en el sentido que de definirá para la posteridad el sonido Maiden. Nos falta por mencionar al alma de la banda Steve Harris, el que firma todos los temas (excepto “Ganglad”) y que se lo guisa y se lo come en aquellos cortes que firma en solitario.
Sobre sus cualidades al bajo creo que a estas alturas no hay que explicar nada, es un auténtico espectáculo tratar de ver como sus dedos golpean las cuerdas de su bajo, mirad si no el video de “Run to the hills”.
El disco se preparó y compuso entre noviembre y diciembre de 1981 grabándose en enero de 1982 en los estudios Battery y contó con la producción de Martin “Farmer” Birch, en aquel tiempo productor de moda, que ya se encargó de su antecesor “Killers” y que había ya trabajado con bandas de renombre.
Sobre la portada del disco obra de Derek Rigs, poco más hay que decir, es absolutamente emblemática. El mal no lo maneja el diablo, lo maneja Eddie quien maneja al diablo y este a su vez a las personas, mientras la multitud se cuece en el purgatorio.
En el diseño original de la portada, el cielo era negro y gris, pero cuando salió el disco por decisión de EMI en el proceso de impresión el cielo era azul claro y oscuro y así se editaron en la primera edición y reediciones de los 80.
Pero en las reediciones en CD de los noventa y en vinilo de 2012 se respetó el diseño original, así que si tenéis las dos versiones, tenéis dos cubiertas de distinto color. La primera edición española es una joya en el sentido de que debajo del título en inglés viene con los mismos caracteres el título en español, además de presentar los títulos de las canciones con su traducción al español.
Curiosamente el disco comienza con una canción que no tuvo el status de single, es curioso que en un disco tan importante en el mundo de la música el tema de apertura sea de los menos relevantes; un tema directo y muy Maiden, pero al que nunca se le ha dado mucha cancha.
“Invaders” es un corte rápido pero claramente no del total agrado de la banda ya que no se interpreta en directo. “Children of the Damned” es un tema de contrastes, donde se alterna las melodías pausadas con el heavy metal. En este corte, Harris sintetiza sus influencias rockeras fuera del metal (Jethro Tull, Genesis, etc…) con el heavy metal tradicional (Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple, etc…).La canción está basada en la película de terror del mismo título y el poderío que alcanza en su fase más rockera es emocionante.
A Bruce Dickinson le encantaba de pequeño ver la serie “El Prisionero” ya que se sentía identificado con el personaje. Para comenzar “The Prisoner” usaron como intro la propia serie. Lo divertido fue cuando el manager de Iron Maiden Rod Smallwood llamó al actor Patrick McGoohan quien ponía la voz, para pedirle permiso y usar ese audio en la intro.
Rod estuvo muy nervioso durante esa gestión y los miembros de la banda le preguntaron por qué se sentía nervioso en aquel momento. Rod les respondió: “Él es una estrella, vosotros no”, nadie sospechaba lo grandes que llegarían a ser. “The Prisoner” surgió durante un ensayo en Hackney.
En un momento en el que Clive Burr dejó su batería para tomar un té, Bruce cogió las baquetas y Adrian Smith le acompañó con un riff que llamó la atención de Steve Harris, eso con un estribillo intenso y cautivador constituyeron uno de los temas más grandes de este trabajo.
“22 Acacia Avenue” es la continuación de un tema de su álbum debut “Charlot the Harlot”, se trata de una composición originaria de Adrian Smith (aunque el tema lo firma en conjunto con Harris) sobre una idea que se le ocurrió siendo joven, una Madame que dirige un prostíbulo al este de Londres en el número 22 de la avenida Acacia. Hablamos de otra de las joyas de este redondo, un corte directo y lleno de intensidad.
Le damos la vuelta al disco y llega “The number of the beast”, enigmático tema lleno de divertidas curiosidades, además de ser una de las grandes canciones emblemáticas.
Además de los numerosos fallos técnicos durante la gira, es curiosa la cierta historia de Martin Birch, el productor del disco, quien yendo al estudio cuando estaban grabando el disco un día lluvioso, chocó con una furgoneta de monjas, miro por la ventana y había seis monjas, sacó el coche de la carretera y en medio de la lluvia se puso un tío a rezar, salió herido del accidente y unos días después llevó el coche a reparar y la factura de la reparación fue de 666 libras.
666 el número bíblico que aparece en las Revelaciones Capítulo XIII versículo 18 y que sirve como introducción al tema recitado por Barry Clayton y cuyo texto viene impreso en la contraportada de la carpeta de la edición en vinilo (Woe to you, of Earth and Sea…). Esta canción muestra en su totalidad todas las virtudes de Bruce Dickinson a la voz en otro de los grandes y emblemáticos temas de la historia musical de esta banda.
“Run to the hills” para mi es el single de los singles de los Maiden, es cierto que está “The Trooper” pero “Run to the hills” fue el tema por el que se hicieron mundialmente famosos. Era una canción de metal muy comercial y novedoso musicalmente hablando.
Una canción que nos habla del maltrato que sufrieron los indios desde dos vertientes, desde el punto de vista de los indios y desde el punto de vista de la caballería. Es inevitable sentir en la parte del estribillo la sensación de ir cabalgando sobre las guitarras acompañando a la línea de voz del gran Bruce Dickinson.
Fue el primer single de este disco y el éxito fue tremendo, llegando de inmediato al top de las listas inglesas.”Run to the hills” salió poco antes que el disco y fue definitivo para el gran éxito de la banda en la gira “The Beast on the road”.
En “Ganglad” Clive Burr participa en la composición y eso se nota desde el principio por el protagonismo de la batería. Hablamos del tema más flojo del disco dentro del gran nivel que atesora. La banda que había compuesto un tema de más, tuvo que decidir cuál incluir en el disco y el otro dejarlo como cara B; los temas eran este y “Total Eclipse” muchos opinamos que debería haber escogido este último para completar el disco posiblemente habría quedado mejor.
Esperando en mi celda la campana empieza a sonar … así comienza el cierre de este disco de la mano de “Hallowed be thy name”, una canción que casi siempre está en el setlist de la doncella. Bruce nos narra con ciertos tintes cinemáticos la historia de un hombre al que van a mandar a la horca, tratando de ponernos en situación para intentar ponernos en la piel del personaje.
Canción que se vive con la máxima intensidad, con unas guitarras y progresiones impresionantes y con la voz de Dickinson dando el máximo, transmitiendo sensaciones por doquier, sin duda uno de los temas más grandes de su carrera.
Con “The number of the beast” descubrí a una de mis bandas favoritas, me enamoré de los Maiden, pasaron a ocupar un lugar irremplazable en mi corazón. Desde entonces sigo teniendo ese pacto con el diablo y cuando veo los dígitos 666, lejos de producirme rechazo, provoca una sonrisa en mi cara mientras las guitarras de Dave y Adrian se apoderan de mi mente cruzando esos primeros riffs mientras alguien en mi interior sentencia: I left alone, my mind was blank…
Up the Irons!