Hablar de John Lydon, mundialmente conocido como Johnny Rotten, es hacerlo de una de las personalidades más irreverentes e influyentes que ha dado el Rock, hablando siempre de Rock en términos genéricos, en el último siglo. El que fuera (o es, ya que parece que vuelven a la actividad) cantante y líder de los Sex Pistols desata toda su verborrea durante seiscientas páginas, en un ejercicio de sinceridad, humor y autoayuda.
Alberto López
Para cualquiera que haya seguido la carrera de Rotten, muchas de las cosas contadas en este libro no es que sean novedosas, pero sí resulta interesante leerlas de su puño y letra, entender como las sintió o vivió el en primerísima persona. De hecho, en su primera autobiografía “Rotten: No Irish, No Blacks, No Dogs”, ya nos habló de varios asuntos que aquí encontramos, ya fuese de manera somera o más en profundidad. Da igual, aquello lo escribió en 1994. Ahora encontramos a un Rotten que escribe desde un prisma diferente, mucho más reflexivo. Esto no quiere decir simpático, agradable o políticamente correcto, y damos las gracias por ello. Aquí hay leña para todo el mundo de parte de un agitador neuronal como pocos, líder de un movimiento tan importante como el Punk en los británicos 70. Johnny es como es, y no intenta suavizarlo en ningún momento, atizando a toda su generación con adjetivos como talibanes, acomodados o ramplones.
En “La ira es energía” encontramos un auténtico repaso a su vida, desde su más tierna infancia. Nos cuenta como le marcó la meningitis, que le tuvo con pie y medio en el otro barrio. Cuando despertó del coma no era capaz ni de reconocer a sus padre, y esto, evidentemente, marcó un antes y un después en su existencia.
Repasa su época hincha acérrimo del Arsenal y, como no, la explosión de los Sex Pistols y su éxito mundial.
Hablando de Sex Pistols, por mucho que le pese a Rotten, Malcom McLaren y su esposa Vivienne Westwood fueron parte esencial de su vida y de la creación de la banda, aunque en este texto parezca centrar su punto de mira en ellos, arremetiendo con especial dureza contra la pareja, reviviendo viejos encontronazos, sobre todo con Malcom. Si seguimos con la época Pistols, no podemos dejar de hablar de su visión acerca de Sid Vicious y su desgraciado final. Le considera un amigo perdido y le sigue echando de menos, aunque no deja pasar la oportunidad de culpar a su compañera Nancy de su nebuloso final. Sea como fuere, da la sensación de intentar proteger la figura de Sid en cierta manera.
Pero no todo gira en torno a Sex Pistols, aunque haya sido, quizá la parte más importante o conocida de su vida. Lydon, Rotten, nos envía un mensaje vitalista, donde cree fervientemente en el poder de la ira como catalizadora de la energía necesaria para el día a día. La ira bien gestionada, claro. Además, asistimos a un repaso a toda una época a través de su opinión de la moda, la sociedad, la política y, por supuesto, la música. Polémico, irreverente, directo, soez, inteligente, descarado e incluso contradictorio son adjetivos que se pueden aplicar perfectamente al texto, a Johnny.
En cuanto al estilo, pues está claro que al bueno de John poco le preocupa, pero consigue con su prosa sin floritura alguna que al lector tampoco le importe en demasía. Ni es escritor ni creo que pretenda serlo más allá del relato de sus vivencias, que gracias a su mezcla de humor, ironía y sinceridad, no necesita de grandes recursos literarios para hacerte pasar un buen rato. Incluso todos aquellos que no sean demasiado fans del movimiento Punk, de los Sex Pistols o de Rotten en particular, pueden disfrutar de “La Ira es energía”.
Alberto López