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Nightwish: Imaginaerum // Nuclear Blast

“Tervetuloa! Welcome! Bienvenidos al mayor espectáculo del mundo! En breves instantes señores espectadores se verán envueltos por el mágico mundo salido de la imaginación de un solo hombre, el inquieto, el soñador, el poeta, Tuomas Holopainen. Y acompañándole en semejante hazaña, el resto de su banda Nightwish: la voz masculina e inquietante del también bajista Marco Hietala, el pequeño y virtuoso guitarrista Emppu Vuorinen, el diabólico batería Jukka Nevalainen y la delicada ninfa Anette Olzon en el papel de Blanca Nieves. Siéntense, y prepárense para un espectáculo difícil de olvidar. Comenzamos!”

Si, no nos hemos vuelto locos: esto es sólo parte del concepto del nuevo disco que los finlandeses Nightwish nos tiene preparado, y que desgranaremos en detalle a continuación. La banda de metal sinfónico que se creó en 1996, que cambió de cantante en 2005 (echaron del grupo a su cantante original, Tarja Turunen, por “desavenencias” varias), que volvieron a la palestra con nueva vocalista en 2007 y un giro en su música sin perder su sonido original, que son un referente indiscutible dentro del género, que han vendido más de siete millones de copias de sus discos en todo el mundo y han recibido decenas de premios, han sacado el pasado 30 de noviembre su nuevo trabajo, el séptimo de su carrera, el primero conceptual, y además con añadido.

Tras el éxito cosechado con su anterior trabajo, “Dark Passion Play” (a pesar de lanzarse con algo de miedo al presentar oficialmente a su nueva cantante), la cabeza pensante, Tuomas Holopainen (fundador del grupo y del concepto musical que ha ido desarrollando la banda a lo largo de estos 15 años) pensó que debía buscar un reto mucho mayor para su próximo lanzamiento. Y así se le ocurrió que en vez de superarse en su sonido, lo mejor sería hacer un disco conceptual, y quizá un video para cada canción y que todo ello formase una historia. Se reunió con el director Stobe Harju y ambos dieron con la solución: añadir diálogos y convertirlo en una película. Así pues, “Imaginaerum” ya estaba en proceso. Dos años y medio de preparación, escritura de guión, grabaciones, pre y post producciones después, tenemos el resultado…

Démosle pues cuerda a nuestra cajita de música, y dejémosla que suene con su melodía melancólica y evocadora. Gracias a la voz de Marco, y cantando en su lengua materna (el finés), “Taikatalvi” nos transporta a los pensamientos de un viejo compositor llamado Tom, que sufre demencia senil. Con este corte nos sentimos acunados por el “mágico invierno” inundado por los recuerdos de su mente inconexa en los que la mayoría de elementos son de su infancia, en la que parece haberse quedado estancado, en algún lugar entre el recuerdo y la fantasía. Con un final que va subiendo de tono, nos da el pie perfecto para el tema elegido como single.

Perfectamente enlazada llega “Storytime”, y como siempre decimos, se nota que es el single: por lo pegadizo del ritmo, por lo bien acompasados que están los instrumentos, por la falta de grandes complicaciones, y por un estribillo que se repite varias veces. Eso sí, ni son unas letras fáciles de aprender ni el tema es tan radiable como lo pudiera ser en su día “Nemo”. Como pasa en varias canciones del disco, hacen auto referencias a temas antiguos de ellos mismos, frases, palabras, títulos… y en este segundo corte ya nos topamos con algunos. Además, teniendo en cuenta el videoclip, es una especie de tráiler de lo que será la película (prevista para primavera de 2012): un circo, payasos, zancudos, un club de jazz, el fantasma de la ópera y hasta una Blanca Nieves.

Con una guitarra distorsionada para comenzar, los instrumentos marcan un ritmo potente, para dar paso a una Anette comedida. “Ghost River” tiene un halo tenebroso y misterioso, casi como si de una pesadilla se tratara en la cual el estribillo interpretado por Marco parece un cántico invocador o una nana fantasmagórica. El río fantasma nos lleva en sus aguas de la mano de la expresiva voz de Marco hasta toparnos con el coro de niños que se han ahogado en él, y con Anette dando un poco de respiro a la canción, llega el final del tema con Marco y el coro de los niños de Londres, aunque quizá los instrumentos necesitaban terminar un poco más apoteósicos.

Una sala de un club de jazz, la luz al fondo sobre un piano, el contrabajo, y una chica sobre el piano rodeada del humo del ambiente. Estos son los ingredientes para la primera gran sorpresa del redondo… “Slow, love, slow” es sexy, es jazz… ¿Quién podría esperar algo así en un disco de metal sinfónico? Genialidades del señor Holopainen… pero qué bien le ha salido el experimento. A pesar de ser más simpatizante con la antigua voz de Nightwish que con la de Anette, hay que reconocer que este tema le sienta como los guantes rojos que lleva en lo que seguramente sea la interpretación (si prestamos atención a algunas escenas vistas en el videoclip de “Storytime”). Con más presencia instrumental que vocal en sus casi seis minutos de duración, más de uno se sorprenderá con este corte, que termina con el tic tac de un reloj de péndulo acompañando el saxofón.

Cambiando totalmente de tercio, llega la guitarra de Emppu Vuorinen con un impositivo riff para dar comienzo a la danza irlandesa de “I want my tears back”. Y decimos danza irlandesa por la presencia en el tema de las gaitas y de ritmos que bien podrían haber sido sacados de temas populares de sus verdes tierras o de una representación del estilo “The Lord Of The Dance” de Michael Flatley. Con una animada melodía, y hasta bailable, y contando con la presencia de Alicia y el Sombrerero Loco (Mad March Hare), o incluso de Mary Costa (que para quien no la conozca, es la voz de la Bella Durmiente en su versión original), Tuomas de nuevo despliega sus dotes poéticas con una frase que quedará grabada en muchas mentes: “Before the years take me / I wish to see the lost in me” (antes de que los años me lleven, deseo ver la parte perdida en mi), que hace referencia a la atribulada mente de Tom y sus problemas con la demencia. Excelente trabajo y grandiosa presencia de Jukka Nevalainen en especial.

Hay que decir que todo el disco tiene cierto halo circense, y quizá sea “Scaretale” una de las que mejor representa este concepto. El comienzo lúgubre y tenebroso, con un reloj de fondo, y unos niños recitando mientras la intriga aumenta con el sonido teatral, se calman de pronto con el sonido leve de una noria. Entramos de lleno en el tema, en el que el coro se une en un ritmo un tanto frenético al teclado y la batería, para dar paso a una Anette con un registro diferente, más agresivo y desgarrado, incluso inquietante por momentos para trasmitirnos lo siniestro que el Circo De Morgue presenta al gran público: ilusionistas, contorsionistas, funambulistas, arañas, arpías… presentados por Marco a mitad del tema como maestro de ceremonias. De nuevo, referencias a sus propios temas de discos anteriores se dejan caer entre las líneas del corte. Siete minutos de un mundo que bien podría haber sido parte de las fantasías de Tim Burton.

Quizá la canción cuya inclusión en el trabajo no se entiende demasiado bien sea “Arabesque”, y no por ser instrumental, sino porque no encaja demasiado en la temática. Nada más sonar los primeros segundos ya nos sentimos inmediatamente transportados a un palacio árabe, con toda su arquitectura y sus milenarias tradiciones, donde las bailarinas de la danza del vientre nos rodean con su arte, para dar paso al coro y su cántico al fondo. De todas formas, por lo que ha declarado Holopainen en alguna entrevista, tendremos que esperar a ver la película para entender el porqué de semejante elección del corte.

Radical cambio de registro, volvemos a una balada. “Turn loose the Mermaids” es tranquila, casi como una nana. Comenzando desde el primer segundo con la voz de Anette en un arrullo, una flauta acompaña las primeras notas. Ya con este pequeño detalle se nos adelanta lo que vendrá en el intermedio del tema. En tono acústico, al escuchar la canción cualquiera podría verse transportado a la música de las películas del oeste, y poder ver escenas de cowboys en el lejano oeste, y la voz de la fémina en uno de sus registros más dulces va llevando al ser querido a los brazos de las sirenas que han de transportarle lejos, y las reliquias de una larga vida vivida quedan junto a la orilla del rio, mientras que el viajero puede descansar al fin. Influencias de grandes maestros cinematográficos como Morricone se notan casi sin darnos cuenta.

Teclado y batería se unen para un comienzo dramático y oscuro, con partes muy épicas pero a la vez que recuerdan a temas como por ejemplo “Cadence of her Last Breath” o “Bless the Child”. “Rest Calm” de nuevo da algo más de protagonismo a la voz de Marco en su forma más dramática, y cuando parece que en el estribillo el tema va a coger más fuerza, todo el ambiente se relaja para dar esa sensación de calma en la que los recuerdos descansan en la memoria, en una oda al pasado y las personas que quedaron atrás y el hogar que no se olvida. La muerte hace su entrada para llevarse al protagonista, quien implora que nos quedemos a su lado mientras la oscuridad se cierne sobre él.

Estando acostumbrados a las composiciones de Tuomas (que es el artífice de la inmensa mayoría de canciones del conjunto), llega “The crow, the owl and the dove” que es una creación de Marco Hietala, bajista y cantante. Esta preciosa balada con sutiles tintes folk y cantada a dúo por Marco y Anette, nos va sucediendo las imágenes de un cuervo, un búho y una paloma para reflejar la necesidad de buscar la inocencia y la verdad cuando un adulto llega a cierta edad. Aderezada con dos frases en cúmbrico o cámbrico (antigua variante del lenguaje celta) en el cuál se nos invita a “ir al rio, y llegarás al país de las hadas”, esta es otro de las grandes destacadas.

Acercándonos al final llega “Last ride of the day”, uno de los más rápidos y vertiginosos del conjunto. Casi como si estuviéramos en una montaña rusa, primero arranca el vagón, y vamos cogiendo velocidad en los primeros momentos, gracias al coro la guitarra, el bajo, el teclado y a la batería. Subiendo el primer tramo, Anette nos va acompañando hasta llegar al punto álgido, y en cuanto suena el pegadizo estribillo descendemos por la intrincada sucesión de giros de esta atracción. El intermedio de guitarra de Emppu, nos acerca al apoteósico final de nuestro viaje, dejándonos preparados para el último acto de este viaje.

Tras “Beauty of the Beast”, “Ghost Love Score” y “The Poem and the Pendulum”, era irremediable que Tuomas nos obsequiara otra gran pieza de más de 10 minutos (en este caso, un poco más de 13). “Song of Myself” es el particular homenaje del señor Holopainen a uno de sus autores favoritos: el poeta del realismo norteamericano del siglo XIX Walt Whitman, conocido por su colección de poemas en verso libre “Leaves of Grass”, dentro del cual se encuentra un poema llamado como la canción compuesta por Tuomas. Y como en sus tres antecesoras, consta de varias partes diferenciadas. En nuestro caso, la primera parte es instrumental, en la parece que nos adentremos en una gran biblioteca buscando un libro en concreto, mientras los primeros acordes y coros suenan contundentes. La segunda parte es un repaso de la historia de Tom, sus sueños y recuerdos, con alusiones a los once cortes anteriores, y con un coro omnipresente, ceremonioso. La tercera viene introducida por una parte instrumental, con una batería rápida y sonidos algo más oscuros, la guitarra y la batería sellando el final, el cual va siendo marcado por una serie de golpes como de martillo cada vez más espaciados, como si del latir de un corazón que se está parando se tratara. Finalmente, la cuarta parte, con una melodía de fondo esperanzadora, nos revela una colección de narraciones en varias voces, y como si de Whitman se tratara, en forma de verso libre todas estas voces nos desvelan algunos de los secretos de la vida. Siendo sinceros, y teniendo en cuenta los tres temas que han precedido a este en cuanto a experimentación y orquestación, quizá “Song of Myself” se quede corta en cuanto a grandeza; no sólo eso, sino que dada la longitud del corte, observamos que la mitad es la parte narrada, y para muchos (por desgracia) resultará aburrida y carente de sentido, pero si la entendemos dentro del contexto de todo el álbum, es el final perfecto. Y es que “el papel está muerto sin palabras, y la tinta es inútil sin un poema”, y siempre quedará “el cambio de G a Em” (un cambio de nota un poco lineal, pero significativo si se presta atención.)

Y qué mejor forma de terminar una película que con los títulos de crédito y la música correspondiente. Creado por el productor musical y profesor de tecnología musical Pip Williams (quien ya colaboró con el grupo en “Once” y “Dark Passion Play” en las composiciones orquestrales), el tema es un medley o popurrí instrumental de algunos de los cortes que hemos oído a lo largo del disco: “Taikatalvi”, “Storytime”, “Ghost River”,” Scaretale”, “Rest Calm”, “Last ride of the day” y “Song of Myself” van sonando en orden, en esta versión cinematográfica que cierra y engloba todo el trabajo de Tuomas y los suyos.

Y hasta aquí ha llegado el análisis de lo nuevo de los finlandeses. En líneas generales y como hemos podido comprobar aunque siguen fieles a sus bases, han experimentado un cambio más que notable: han probado nuevo estilos, han dado continuidad a las canciones, han quitado un poco del protagonismo de la voz femenina supliéndolo con un poco más de hincapié en la masculina y tienen, si cabe, más partes instrumentales, pero sobre todo, el formato de cd + película (sin duda, uno de los mayores atractivos para el gran público). Aún así de nuevo, y siendo fieles a sí mismos, la cantidad de metáforas, de líneas poéticas, las orquestas, los coros, la inconfundible guitarra de Emppu… nos muestran a unos Nightwish que han sabido afrontar dificultades y superarlas con la cabeza más que alta. Y esta vez Tuomas realmente ha compuesto las canciones adaptándose a la voz femenina con la que cuenta, dado que “Dark Passion Play” todavía era una transición.

El río, los sueños… todas ellas son recurrentes metáforas en literatura y poesía a lo largo de los siglos, y como si de un poeta moderno se tratara, Tuomas las utiliza una y otra vez en esta alegoría sobre la vida y la muerte, sobre la fantasía y la realidad, sobre el umbral que separa dichos pares, y sobre la importancia de los seres queridos en nuestro viaje que al fin y al cabo es la vida. En el libreto, cuyo diseño gráfico corre a cargo de las mismas personas que en “Dark Passion Play”, se incluye una cita de uno de los personajes de la película “El club de los poetas muertos”: otra referencia a los sueños y cómo en ellos el hombre es realmente libre.

Según Tuomas, el disco funciona tanto incorporado como música de la película como trabajo independiente, por lo que para aquellos que no quieran o no sientan esa curiosidad, que no se preocupen: el cd suena igual de bien si obviamos ese detalle. Pero como ha comentado el director Stobe Harju, por cada tema del disco han hecho 350 versiones para la película, con lo que será interesante ver lo que dan de si estos temas en la gran pantalla. Y esto es todo. “Esperamos que el espectáculo que le hemos ofrecido les haya complacido, y esperamos verles pronto. Buenas noches y muchas gracias!” THE END

Leticia Ballester

Temas:
01 – Taikatalvi
02 – Storytime
03 – Ghost River
04 – Slow, love, slow
05 – I want my tears back
06 – Scaretale
07 – Arabesque
08 – Turn loose the Mermaids
09 – Rest Calm
10 – The crow, the owl and the dove
11 – Last ride of the day
12 – Song of Myself
i. From a dusty bookshelf
ii. All that great heart lying still
iii. Piano black
iv. Love
13 – Imaginaerum

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