El lugar además era magnífico. Un auditorio no demasiado grande, comodísimo para conciertos, al aire libre pero completamente cubierto, con una pequeña cuesta que permite que los de atrás lo vean todo perfectamente, y con servicios y todo. Un recinto infrautilizado para sus grandes posibilidades. Y que estaba lleno hasta las cejas.

Con sólo 15 minutos de retraso Molina arrancó sin contemplaciones con “Animales Sueltos”, atacando sin pausa “No Hay Ningún Loco” y “La Granja del Loco”. Como siempre, nuestro flautista no para y su forma física parece excelente. Esta visto que jamás engordará y que el tiempo para él discurre más despacio que para el resto de los mortales. Como casi siempre que se toca en sitios abiertos, el sonido es perfecto. De la banda que se acompaña, sólo conocemos a Bumper en la batería. El guitarrista es Nacho de Carlos, el bajista Ramón Álvarez, y en las teclas Peter Mayr. Todos muy buenos, pero destaca especialmente el teclista, una especie de Panorámix¸ un venerable ancianito que se deja bien largo su canoso pelo. Y qué ganas echaba el tío. Tenía dos pianos, uno enfrente del otro, y dándose la vuelta continuamente, utilizaba el que mejor requería cada momento. Jamás hemos visto tocar las teclas con tanta energía, en varias ocasiones estuvo a punto de tirarlo todo.

Con “Preparan”, que intercalaron con fragmentos de “Cuentos de Ayer y de Hoy”, comenzó lo que iba a ser dos constantes en la actuación, un montón de medleys e interpretar los temas sin voz, sólo de forma instrumental. Por ejemplo, después de “El Juglar”, en “Títeres” José Carlos  no llegó a cantar. Le tocó el turno a “Viejos Himnos para Viejos Guerreros”, y después otro instrumental.

Una gran sorpresa fue recuperar “El Hombre de Fuego”, pero para sorpresa lo que vino después, pues tocaron “La Bailarina” en acústico, con Molina empuñando la mandolina. Sencillamente genial. Cuando sonó “Manicomio” sin nada de voz ya empezamos a mosquearnos, nos pareció un poco raro. Un rato de pausa con la aburrida “Serafín”, segunda y última representante del nuevo disco. “Tocaba Correr” recuperó el entusiasmo, para acto seguido sorprendernos de nuevo con un medley de música de películas del oeste. Con “El Tren” ya fue el delirio, pero a partir de ahí las cosas se empezaron a torcer.

“De Fiesta”, que vino intercalada con el estribillo a flauta de “Smoke In The Water” y de un solo de Bumper, vino seguida de otro solo de teclados, aunque acompañados de batería y bajo. Después “Entrada Al Reino” y “A Golpe de Látigo”, pero una vez más sin voz. Como vemos durante muchísimos minutos se abusó de canciones exclusivamente instrumentales y de solos, lo que ya daba mucho que pensar. ¿Tiene José Carlos problemas vocales que intenta disimular? El caso es que cuando cantaba no daba ningún síntoma de fatiga y lo hacía muy bien. Pero ante un repertorio tan extraño resulta difícil no sentir desconcierto. En cualquier caso, nos olvidamos con “Sé Quién” y sobre todo con “El Flautista”, que dieron paso al bis.

Volvieron al escenario con otro (¡sí, OTRO!) instrumental, en el que Molina ni apareció, para cerrar definidamente con “Más Duro Que Nunca”. Dos horas en total. Al finalizar había cierta división de opiniones. Los que nunca habían visto a Ñu salían contentos, pero los que les hemos disfrutado otras veces no podíamos evitar sentir que habíamos asistido a conciertos mucho mejores. Esperemos que todo sea un experimento de nuestro loco favorito y que su voz siga tan en forma como siempre.



Nacho Jordán y Marta Bailón       
Fotos: J. L. Martín