Ir con el dragón, en la festividad de Sant Jordi, quizá no sea lo más popular, pero sin duda esta criatura mitológica es uno de los nexos más evidentes que se pueden utilizar para vincular literatura y heavy metal un día como hoy. Pienso —pensemos— en Shenron, Smaug, Horntail o el guiverno. No son todos igual de prolíficos, pero es posible encontrarlos a todos en el imaginario del metalero convencional.
De los menos frecuentes desde luego es Shenron, el que concede deseos en Dragon Ball si reune las seis bolas naranjas. Aunque no es en el metal donde mejor acogida ha tenido (habría que irse a la música electrónica para encontrar un terreno más fértil), es una figura a la que le tengo cariño y podemos encontrar a unos blackers de Melbourne a quienes les dio por tomar prestado su nombre y componer algunos temas inspirados en el manga de Akira Toriyama.
Tampoco ha dado muchos fruto el universo de J. K. Rowling: están Muggle Death Camp, que hacen algo a medio camino entre el black y el death metal inspirados en la figura del antagonista de Harry, y los mexicanos Velvet Darkness, con «Death Eaters» dedicado a los mortífagos.
El dragón heráldico parece que sí es más popular, ya desde las primeras apariciones literarias, que se remontan a los bestiarios medievales británicos. El ejemplo más paradigmático serían los italianos Wyvern, que toman su nombre y, por lo demás, son la clásica banda de NWOBHM con estética ochentera.
Pero el dragón al que quiero llegar es, como no podía ser de otra forma, Smaug.
Smaug, Ilustración de Alan Lee
El Hobbit es el cuento para niños de J. R. R. Tolkien que evocan tanto Wind Rose en «To Erebor» o «The Returning Race» como Nightwish en «Elvenpath» (aunque para canciones ambientadas en la Tierra Media, desde luego, la imprescindible será «Wishmaster»). Podemos mencionar también a otros mexicanos, Morguth, y su «Smaug the Firewrath», una propuesta igualmente cercana al black metal como la de sus compatriotas seguidores de Lord Voldemort.
Por supuesto, no se puede hablar del oxoniense por excelencia sin mencionar a «los bardos alemanes», claro: Blind Guardian. Como son unos frikis de cuidado y yo una fan incondicional, nos los vamos a encontrar más de una vez. «The Bard Song – The Hobbit» me sirve —ahora sí— para empalmar con el resto del universo de Tolkien, gracias al disco Nightfall in Middle-Earth, imposible de esquivar. Tienen además un buen puñado de canciones sueltas que picotean de sus diferentes libros (desde El silmarillion hasta El Señor de los Anillos.
Blind Guardian – Mirror, Mirror
Sin embargo, mucho antes que los germanos, Led Zeppelin y Rush ya habían pernoctado en la Tierra Media con «The Battle of Evermore» (o con «Misty Mountain Hop» y «Ramble On») y «Necromancer» (o la más accesible y conocida «Rivendell»), respectivamente.
Meterse en el jardín del rock clásico, por desgracia, es un punto de inflexión, ya que obliga a tomar la decisión de dejar fuera muchas cosas o correr el riesgo de que este texto sea más largo que las novelas recopiladas por Christopher Tolkien. Como me acompaña una lista de reproducción extensa, dejo ahí a bandas imprescindibles como Black Sabbath, Uriah Heep, Mostly Autumn o Genesis y me centro en El señor de los anillos y el metal más cañero.
Hay ejemplos desperdigados en el thrash metal («In this Day We Fight!», de Megadeth), el speed metal («Shadow», de Sabaton), el folk metal (Cruachan en «The Fall of Gondolin») o, evidentemente, el power metal (Bloodbound suelen citarse a propósito de Juego de Tronos, pero también tienen un tema dedicado a las minas de Moria, por ejemplo). Y grupos enteramente dedicados a revivir musicalmente las historias de esta saga: Battlelore, Palantir o la mayoría de temas de Summoning.
Si a esto sumamos la nómina de grupos que sencillamente toman prestado el nombre, tendríamos también para rato: Amon Amarth, Cirith Ungol, Gorgoroth o Burzum serían un pequeño aperitivo.
De las crónicas de la Dragonlance a más allá del muro
Es frecuente, al menos para un intrépido lector, dar directamente el salto de la literatura de Tolkien a a saga de trilogías de fantasía épica (famosísima en los años 90 y siguientes) Dragonlance. Y de ese salto también es fiel reflejo lo que encontramos en el panorama musical.
Merecen mención especial Dragonland, cuya discografía está llena de referencias a la saga, pero también encontramos ejemplos desde los folkies Dargaard hasta los progresivos —y últimamente prolíficos— Pyramaze («Caramon’s Poem»). Blind Guardian y Nightwish tampoco se quedaron atrás (ya lo advertí), y ahí están «The Soulforged» o «The Kinslayer» para demostrarlo. Y tampoco son los únicos ejemplos.
De factura mucho más reciente es la música inspirada en Juego de Tronos. Siguiendo la línea anterior, hay que mencionar en primer lugar a Seven Kingdoms, que se han ganado por derecho propio un puesto de honor.
Como sucedía con Tolkien, la diversidad de géneros es bastante notable y encontramos ecos de George R. R. Martin en lugares tan dispares como el power metal, que no sorprende a nadie («To Take the Black» y «Winter Is Coming», de Hammerfall), el metal extremo («Valyrian Steel» de Nocternity está bien para quien tenga estómago para 7 minutos de crudo black metal), un heavy metal no diré tranqui, pero sí relativamente accesible («Heads, Spikes, Walls», de Death Dealer) o (ojo cuidao!) el stoner («To Take the Black», de The Sword).
Seven Kingdoms – Kingslayers
No puedo dejar de mencionar «White Walker», de unos Mastodon que convierten en oro todo lo que tocan (y además salieron como extras en la última temporada de la serie) ni «A Song of Ice and Fire», de Artas. Pero de quien sigo sin olvidarme es de Blind Guardian («A Voice in the Dark»). Pero la lista se convierte en inmensa si incorporamos las canciones de Winterfell, The Last Alliance, Bloodbound, o Arkngthand. Estos últimos han sido, por otra parte, tremendo descubrímiento.
«Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl ftagn»
Casi para cerrar, llegamos al punto en el que la fantasía transgrede sus propias fronteras y se convierte en literatura de terror. Me refiero, cómo no, a la obra de H. P. Lovecraft. A pesar de, de todos los mencionados, este es el imaginario más lóbrego, no es difícil encontrar música que, aun dentro del heavy, no es un descenso total a los infiernos oscuros del sonido.
A estas alturas, Black Sabbath ya no espantan a nadie y tienen una tempranísima «Behind the Wall of Sleep» que sirve para ilustrar lo prolífico que es el universo de Cthulhu dentro de la música. Con Lovecraft sucede un poco como pasaba con Tolkien: sus obras son de largo recorrido y han dado pie a muchísimas obras derivadas, lo que plantea un panorama bastante rico pero también difícil de desbrozar.
Vamos a intentarlo. Dentro de la categoría de los must estaría «The Call of Ktulu», de Metallica, como tema instrumental para aproximarse a la criatura más conocida de todo el terror cósmico. Y luego habría que seguir, sin cambiar de banda, por «The Thing that Should Not Be» y «Dream No More». Magnífico es «The Dark Eternal Night», de Dream Theater y, una de mis debilidades, «Pyre», de Opeth, que escuchábamos en un inspiradísimo discazo como Heritage y que también se basa en Lovecraft.
Opeth -Pyre
Antes de pasar a tesituras verdaderamente oscuras, habría que citar tanto a Rage como a Iced Earth, con joyas como «Beyond the Wall of Sleep» y «The Crawling Chaos» los primeros, o «Cthulhu» los últimos. Y, como bisagra, estarían Therion, con un doblete magnífico como es el formado por «Illusions of Life» y «Cthulhu». «Cthulu Fhtagn!», que juega con el mismo idioma impronunciable que yo a la hora de titular este epígrafe, es ya un tema denso y oscuro de los suecos Death Breath.
Aquí podríamos ir de un lado con una extensa paleta de canciones: «Dunwich» (Electric Wizard), «Morbid Tales», de Celtic Frost, o la amalgama literaria que supone «Lovecraft’s Death» (Septicflesh). «Mother of Abominations», de Cradle of Filth, aunque en lo personal no me entusiasma, también sería un tema apropiado para meter en esta sección. Los blackers Graveyard también se entregan a las profundidades en los doce temas de su disco The Sea Grave.
Desde este lado
El metal peninsular no se queda atrás en la reelaboración de material literario para sus propias creaciones. Siguiendo un poco la línea argumental que he desarrollado hasta ahora, creo que lo justo es empezar con «Frieza the Tyrant», que podíamos escuchar en el segundo álbum de los catalanes Crisix. Y, en el extremo opuesto, para Lovecraft tenemos, sin ir más lejos, a Dark Moor, con un par de trabajos muy lovecraftianos: Beyond the Sea y Dead City Dreaming.
No obstante, lo que más ha calado por estos lares ha sido el universo de Tolkien, del que han surgido multitud de grupos como Arwen, Edhellen, Rivendel Lords, Ghaladriel o Dünedain, así como temas como «El hechizo de Galadriel» (Azrael), «The Lonely Mountain» (Elffor), «El único» y «Moria» (Lándevir), «The Voice of Saruman» (Lorien) o «Rohirrin» (Valhalla).
Pero si al otro lado de nuestras fronteras eran Blind Guardian los que, por derecho propio, tenían el principal protagonismo, a este lado hay que nombrar a Saurom y su Sombras del este. Y, de paso, Saurom son uno de los pocos ejemplos nacionales que sirven para hablar de Canción de hielo y fuego («Se acerca el invierno»), junto al «The King in the North» de In Vain.
Finalmente, dentro del género cómico, tendríamos a Gigatron (tanto con la versión del tema principal de Dragon Ball como con «Hijos de Mordor») y a El Reno Renardo («Orcos de Mordor» y «Camino Moria»). Que no se diga que los jevis solo sabemos «gruñir». También sabemos de literatura.