Simon Collins no es un completo desconocido en el panorama progresivo. Si no por el proyecto Sound of Contact —del que bebe directamente este Becoming Human— o por su anterior carrera en solitario, al menos debería sonarnos por ser nada menos que el hijo de Phil Collins. De él ha heredado el buen gusto y no pocas habilidades musicales: el legado paterno no debería hacerle demasiada sombra.
Sara J. Trigueros
Quienes hayan escuchado el Dimensionaut de Sound of Contact sabrán más o menos a qué atenerse. Como aquel, en este Becoming Human se conjuga con habilidad la vertiente más electrónica del rock progresivo con elementos propios de una buena historia (que no es otra cosa que una alegoría de la experiencia personal del compositor). El continente ayuda al contenido, o dicho de otra manera, los efectos musicales, en ocasiones cercanos a la ciencia ficción, contribuyen en buena medida a hacer que nos metamos en la historia que se nos quiere contar hasta tal punto que, en más de una ocasión, forma y contenido se convierten en una misma cosa.
Collins no está solo: aunque las baterías, teclados y voces corren por su cuenta, tiene a su lado a Robbie Bronnimann para la mayoría de los arreglos, Gaz Williams en el bajo, y Robin Boult y Kelly Avril Nordstrom para las guitarras. Pese a ello, lo que predomine a lo largo del disco serán los samples de batería, diversos efectos electrónicos y, en especial, las excelentes melodías y efectos vocales. Las guitarras, aunque presentes, se ubican en un plano muy por debajo del resto de elementos, y el bajo no deja de ser un refuerzo a los numerosos juegos rítmicos creados por la batería. Al menos en la mayoría de ocasiones.
Entre las virtudes indiscutibles del disco nos encontramos con el equilibrio de todas las piezas que lo conforman. No hay desniveles, aunque eso redunde en que después de 20 minutos pueda llegar a dar la impresión de que se está escuchando el mismo corte una y otra vez. Pero no debería llevarnos a error. Hay, como decía más arriba, grandes melodías: «Becoming Human», «This is the Time», «Dead Ends», son algunos de los mejores temas, pero en todos ellos la producción es similar, y el efecto es algo monótono, aunque agradable, bien construido y con grandes cotas de intensidad. Por momentos, el disco se vuelve oscuro, como hacia el cierre del mismo, sin ir más lejos. No obstante, en líneas generales, da la impresión de que la búsqueda introspectiva de Simon Collins va a llegar a buen puerto.
No se puede escuchar este álbum, sabiendo los antecedentes de Collins, sin detectar reminiscencias de Genesis. A pesar de que el tono general es bastante actual (la electrónica y los elementos más cercanos al pop ayudan), hay algo ochentero en la estructura de las canciones. En algunos pasajes da la impresión de que, con una instrumentación diferente, o menos efectos, o una producción más sencilla, podríamos estar ante temas compuestos décadas atrás. Las frases musicales sencillas pero con gancho, y que se quedan en la memoria, son constantes, y quizá sean el elemento que más ayuda a conectar con ese rock progresivo más clásico del que indudablemente es heredero este disco.
Lo que tenemos aquí, en definitiva, es un trabajo maduro y continuista con las últimas incursiones musicales de Simon Collins. Una hora sin grandes altibajos, pero también sin momentos especialmente gloriosos. Para los entusiastas del género, creo que es un disco que se escucha con placer, pero que difícilmente quedará para los anales de la historia. Y estará bien: tampoco hace falta que todo lo que llega a nuestros oídos roce la excelencia.
Sara J. Trigueros
Temas:
1. Into the Fray
2. Becoming Human
3. The Universe Inside of Me
4. Man Made Man
5. This is the Time
6. Thoughts Become Matter
7. I Will Be Waiting
8. No Love
9. Living in Silence
10. 40 Years
11. So Real
12. Dead Ends