Stravaganzza – 23 de Septiembre ’17 – Sala La Riviera, Madrid
Mucha expectación se levantó hace unos meses cuando Leo Jiménez y compañía anunciaban el regreso de Stravaganzza tras siete años de letargo. Leo siempre mostró su decepción con las críticas y la poca repercusión que tuvo la banda en su momento, lo que les llevó a aparcarla por un tiempo indefinido. Tras siete años parecía que las ganas por disfrutar de ellos fueron en aumento, quizá porque en este tiempo su música se ha convertido en algo más digerible para un público que antes no estaba acostumbrado a según qué estilos, y decidieron intentarlo de nuevo.
Texto: Alberto López
Fotos: Mario López
A juzgar por lo vivido en La Riviera, la jugada les ha salido bien, ya que desde hora temprana ya era un buen número de fans el que esperaba con impaciencia el comienzo del concierto. Al final fueron tres cuartos largos de entrada que daban a La Riviera un gran aspecto y que disfrutaron de lo lindo con un concierto, que si bien estuvo bien planteado, y en líneas generales bien ejecutado, tuvo sus luces pero también sus sombras. Vayamos por partes.
Con puntualidad británica, tal y como habían anunciado, a las 20:30 el cuarteto de cuerda y el coro, que les acompañarían durante todo el concierto, ocupaban su lugar a los lados del escenario mientras se hacían las últimas comprobaciones antes de que la banda saliera a escena. Fue el cuarteto de cuerda quien tomó la batuta inicialmente, mientras el cuerpo de baile iniciaba su performance y una poética locución nos recordaba el resurgir de la banda, como si del Ave Fénix se tratase, para acto seguido introducirnos en el Primer Acto.
Para mi gusto aquí estuvo uno de los problemas de lo que nos tenía preparada la banda. Dividieron el concierto en cuatro actos, uno por cada disco que tienen en el mercado, y los ejecutaron por orden cronológico. Es una manera, como otra cualquiera, de preparar el repertorio, pero que, para mí, le resta mucha capacidad de sorpresa y dinamismo al show. Una vez que la locución, que se repetiría a modo de interludio entre actos, te anunciaba que venía el siguiente, uno ya era consciente de que canciones podía esperar y cuales ya no iba a escuchar de ninguna manera. Entiendo el concepto que la banda le quiso dar al show, pero creo que resulta mejor como idea que una vez ejecutado.
Así pues el Primer Acto comenzó con Leo ataviado con una sedosa túnica negra, la casi histeria general de un público que se entregó en cuerpo y alma desde el principio, ignorando ciertos desajustes de sonido típicos de los primeros momentos de un concierto, y un “Dios” muy bien ejecutado, donde pudimos comprobar las ganas que había, también por parte de la banda, en este regreso. Tras esto, el cuerpo de baile volvía a aparecer, encadenadas entre sí, para adornar “En soledad me lamento”, uno de los mejores temas de aquel “Primer Acto”. Leo por el momento estaba inconmensurable, Pepe Herrero demostrando su sobria calidad, Carlos Expósito atronando tras los timbales a pesar de encontrarse rodeado de paneles de metacrilato con el fin de no interferir en el coro y las cuerdas, y Miguel Ontivero, Patricio Babasasa y Eloy Terrero cumpliendo más que de sobra como “actores secundarios”.
Leo se dirigió tranquilamente al público por primera vez antes de dar comienzo a “Mi tempestad”, con la que pusieron fin al Primer Acto de aquella noche. Personalmente había esperado alguna más de aquella primera etapa, pero rápidamente una bailarina de blanco inmaculado y la voz en off nos introdujeron de lleno en el Segundo Acto.
Quizá porque a partir de su segundo disco musicalmente se tornaron más potentes, a partir de “Esperanza” la voz de Leo, comenzó a quedarse un poco baja cuando interpretaba los tonos más graves y pausados. Pese a esto la banda sonaba engrasada, cada gesto de Leo era replicado y respondido por más de mil personas, y en general, tanto arriba como abajo del escenario todos parecían pasarlo en grande. Hay que decir que Leo ha ganado sobriedad como frontman, aunque tuvo ciertos momentos en los que se vio demasiado forzado y acabó ofreciendo el micro al público cuando no convenía, afectando esto mínimamente a la interpretación del tema.
A pesar de los acoples al comienzo, “Pasión” fue uno de los momentos destacados de este Segundo Acto, que continuó con “Desilusión”, en la cual, para nuestra sorpresa, nos movimos por la sala y había ciertos puntos en los que los agudos de los platos de la batería se hacían difíciles de aguantar. Si a esto le sumamos los diferentes acoples que también se sucedieron aquí, por mi mente pasó que estaban haciendo buena gala del nombre del tema. Llegados a este punto cabe comentar que el espectáculo audiovisual que prometieron, si bien estuvo bien ejecutado y ofrecieron más que la mayoría de bandas, de aquí y de allá, suelen ofrecer, quizá se quedó algo plano en comparación con las expectativas creadas.
Leo se dirigía al público para decirle que a continuación venía una canción “muy dolorosa para ellos”. Obviamente, “Dolor” fue la siguiente en caer, donde hicieron gala de una potencia sonora que se echó en falta en otros momentos puntuales del concierto. Leo estuvo a la altura de los agudos finales, aunque sigo pensando que cuando mejor y más bonito canta es cuando no sube tantísimo, algo de lo que no parece darse cuenta el público, cercano al paroxismo cuanto más agudo sea el grito, ni el mismo.
Pepe Herrero colgó su guitarra para situarse tras el piano y dar comienzo a la breve “Nostalgia”. Tras esto llegó uno de los momentos más esperados de la noche: “Hijo de la luna”. Desplegaron todo su arsenal y, pese a ciertos desajustes puntuales, fue absolutamente espectacular y puso el broche de oro al Segundo Acto.
El Tercer acto dio comienzo con la consabida locución, y la performance del cuerpo de baile, esta vez como si de un cortejo fúnebre se tratase. Leo cambió el negro por el terciopelo rojo y una máscara veneciana para comenzar con “Deja de llorar”, a la que siguieron “Grande”, que dedicaron a todos los que ya no están, y en especial a Big Simon, y “Máscara de seducción”. Llegados a este punto empezamos a ser conscientes de otro punto negro del espectáculo, y es que un coro tan bien nutrido como aquel (Beatriz Albert, Tanke Ruiz, Gema Hernández y Miguel Ángel González), y un cuarteto de cuerdas más que competente, quedaron ensombrecidos por los coros y las orquestaciones disparadas desde el teclado y que muchas veces les relegaban a un segundísimo plano, sin poder apreciarse bien su labor. Bien es cierto que interpretar en directo todo lo que hay en los discos de Stravaganzza es difícil, pero ya que llevas sobre el escenario a gente tan competente… aprovéchalo en condiciones.
Con un enorme “Réquiem” y un breve “Inmortal”, con Pepe otra vez al piano, concluyeron este penúltimo acto.
Tras la locución y la performance correspondiente, Leo salió esta vez con chaqueta de cuero y falda negra, un poco a lo Jonathan Davis de Korn, y tras unas guitarras que volvían a ser apisonadoras, y algo de electrónica, dio comienzo “Cuestión de Fe”, que fue otra de las más destacadas y tras la cual presentaron a Carlos Expósito, hasta entonces casi invisible tras los timbales y la pantalla de metacrilato, y vacilaron un poco. El cuerpo de baile haciendo figuras con paraguas le dio un toque diferente a “Sin amar”, para acto seguido presenciar otro de los grandes momentos de la noche. La aparición de Mero Mero, cantante de Cuernos de Chivo, sobre el escenario puso la sala patas arriba. ¡Hay que ver lo que anima este hombre! Con sus guturales contrastando con los agudos de Leo, y sin parar ni un momento, llegando a chuparle la calva a Miguel Ontivero, animó la fiesta de lo lindo, haciendo que “Impotencia II” fuese de lo mejor del show. Tras corear toda la sala la orquestación principal, “Un millón de sueños” fue la siguiente en caer. A pesar de no entender prácticamente una frase entera de la letra, y es que Leo debería hacer algo con su dicción en ciertos momentos, fue de las que mejor cantó, por paradójico que suene. Con “Raíces” la apoteosis llegó a su fin momentáneamente. Todos sobre el escenario, cuerpo de baile y músicos invitados incluidos, se despidieron tras una atronadora ovación y se retiraron.
Una preguntar surgió entonces, si ya habían terminado con los cuatro actos y quedaban los bises… ¿echarían la vista a atrás con ellos? El grupo se hizo de rogar demasiado para volver al escenario, minutos en los cuales la gente no dejo de corear su nombre, y ofrecernos la respuesta. No, no habría más representación de sus discos aquella noche, cerrando de manera festiva y desenfadada con “Desátame” de Mónica Naranjo y “Vivir así es morir de amor” de Camilo Sesto. Alguno se llevó una decepción y salía despotricando ante esta elección de bises, otros salían coreando todavía estos clásicos de la música española. Nunca llueve a gusto de todos.
Tratándose del primer concierto de la gira, y con tiempo para ir ajustando y mejorando cosas, la verdad es que fue un buen concierto, excelente si tenemos en cuenta la respuesta de la audiencia, y a juzgar por la actitud exultante de Leo, despidiéndonos al grito de “¡Si se puede!”, así lo valoró también la banda. Les deseamos lo mejor en el resto de gira y en un futuro más lejano. Que no tengan que volver a echar el freno por no sentirse comprendidos o apoyados.
Texto: Alberto López
Fotos: Mario López