Hace exactamente 12 años, uno de esos días en los que me dedicaba a rastrear las tiendas de la ya mítica calle Tallers de Barcelona en busca de nuevos talentos (recordemos que en 1995 esto de internet todavía no lo teníamos tan desarrollado), decidí fichar a una banda llamada Symphony X comprando un completo desconocido disco titulado “The damnation Game”.

Conservo ese cd intacto y la pegatina que traía en la portada que rezaba “Heavy metal tipo Yngwie con algun toque progresivo”. Ese fantástico trabajo hizo que me interesara por su debut “Symphony X” (1994), que no destacaba aún en exceso. Eso si, un año más tarde vería la luz el magistral “The divine wings of tragedy” (1996), su mejor pieza hasta la fecha.

Conocedores de los beneficios que reporta el metal progresivo, siguieron su carrera con fabulosos discos que, a pesar de su incuestionable calidad, tal vez abandonaban su cariz más metalero, más agresivo y más duro. En definitiva, discos como el extraño “Twilight in Olympus” (1998) (con el que se rumoreó una separación), el denso “V” (2000) o el complejo “Odyssey” supieron mantener la fidelidad de los fans pero, en cierto modo, a mi me preocupaba que poco a poco llegaran a descafeinarse en exceso.

Bien, pues mis preocupaciones se han desvanecido con este “Paradise Lost”, destinado a convertirse en un clásico de la banda y, muy probablemente, en el mejor trabajo de la banda hasta la fecha. Creo que, no en vano, el título del álbum hay que interpretarlo en el máximo sentido de la palabra ya que los de Romeo parecen haber recuperado el paraíso perdido en cuanto a potencia y agresividad se refiere.

El disco empieza con una intro “Oculus ex inferni” para dar paso a la brutal “Set the world on fire” con una de las guitarras más cortantes jamás grabadas por la banda seguida del hachazo “Domination” que nos redescubre a un Russen Allen completamente pletórico y cantando más cabreado que nunca.

No esperemos un disco de thrash, no nos asustemos. El disco contiene la esencia Symphony X y por ello da cabida a pasajes melódicos y exquisitos como es el caso de “The sacrifice” o “Paradise Lost” pero lo que queda claro es que lo que predomina es la caña (escúchese el demoledor riff de entrada de “Eve of seduction” o la apocalíptica “The walls of babylon”, con una atmósfera algo más progresiva pero que evoluciona hacia terrenos completamente poderosos, agresivos y rasgados.

Lamento ser tan generoso con este álbum pero es que no le encuentro “pero” alguno. “Seven”, para mi el tema estrella del disco, se erige como el tema más heavy, rápido y agresivo jamás grabado por la banda americana y en el que se exhibe un Russell Allen realmente enfurecido, desgañitándose y mostrando su faceta más iracunda (sencillamente impresionante).

Y para finalizar, uno de sus épicos episodios con “Revelation (Divius Pennae Ex Tragoedia), que nos sirve de despedida para cerrar esta perfecta pieza de metal en estado puro. Solamente hace falta observar la sugerente portada, con ese ángel femenino y metálico encima de un montículo de lava semi incandescente para hacerse una idea del contenido del disco a la perfección.

Este va a ser el año de Symphony X, y si no que se lo digan este otoño cuando aterricen con Dream Theater en alguno de los más importantes pabellones de la península.

Marcel.lí Dreamevil

Temas:1. Oculus ex inferni, 2. Set the world on fire (The lieof lies), 3. Domination
4. The serpent’s kiss, 5. Paradise lost, 6. Eve of seduction, 7. The walls of Babylon, 8. Seven,
9. The sacrifice, 10. Revelation (Divus Pennae ex Tragoedia)