A las 7’30 en punto hacían acto de presencia sobre el escenario los miembros de Agua de Annique, ella de negro y ellos uniformados de piloto en consonancia con la estética que impregna su primer álbum. Sin más preámbulos, la ex-cantante de The gathering se sentó frente al teclado y comenzaron a sonar las primeras notas de “Lost and found”. El hecho de que decidieran abrir el concierto con este tema dejaba ya claro que no habría colaboración de Sharon ocupando el lugar que en el estudio correspondió a Kristin Fjellseth (vocalista de Pale Forest). No obstante, no era necesaria colaboración alguna, pues la adorable voz de Anneke ya era más que suficiente para ponerle los pelos de punta a cualquiera. Se nota que la holandesa no es una teclista experimentada pero, afortunadamente, va tan sobrada de voz que no tiene ningún inconveniente en dedicar gran parte de su concentración a esta labor mientras que, sin dificultad alguna, su garganta clava cada nota de cada canción. Y, todo ello, sin dejar de dedicar su encantadora sonrisa, múltiples guiños y cómplices miradas a los pocos espectadores que se veían realmente interesados en su música. Como siempre la vocalista fue la viva imagen de la espontaneidad.

A“Lost and found” le siguieron “Ice water” y, con Anneke ya de pie, un tema de The gathering, “Alone”, ejecutada de forma correcta por el resto de miembros, aunque con la notable ausencia del teclado, y con un pequeño cambio al final que endureció el sonido respecto a la versión original. Tras ésta, la vocalista se dirigió por primera vez al público, suponemos que para anunciar la siguiente versión: “Maybe tomorrow, maybe tonight”, un tema de Hearth and Fire, grupo holandés de los años setenta. Magnífica versión, popera, alegre y festiva, tras la cual Anneke volvía a sentarse al teclado para dar buena cuenta de “Trail of grief” y “Sunken soldiers”, dos canciones en las que la holandesa brilla con luz propia. Terminaron con una acertadísima “Witnesses” que disparó la adrenalina de algunos de los presentes. Y, sin mayores aspavientos, se despidieron para dejar paso a los progresivos Threshold.

Si Agua de Annique estuvieron ocupando mayoritariamente el lado izquierdo del anchísimo escenario, los pobres Threshold se vieron relegados completamente al lado derecho. Desde nuestra posición, en la primera fila a la izquierda, aquello devino en un auténtico desastre. Las luces frente a nosotros quedaron completamente apagadas mientras que, allá a lo lejos, a la derecha, unos exiguos focos iluminaban a los ingleses, cuya actuación comenzó de forma tan desapercibida e inesperada que no logramos percatarnos hasta pasados unos segundos, cuando por fin giramos la cabeza y vimos a Damian micrófono en mano. Los defectos de sonido que sufrimos en la primera fila clamaron al cielo. La batería retumbando a tutiplén, guitarras muy bajas y coros que directamente no se oían. Si a ello le sumamos el hecho de que solo pudimos ver al grupo de refilón, en completa oscuridad y con un público bastante apático, podría decirse que es el concierto más frío y frustrante que he visto en mi vida. Ciertamente con Agua de Annique ocurrió exactamente lo mismo… pero desde el lado contrario (los que sufrieron en ese caso fueron los de la derecha). Sin embargo, el estilo pop/rock de los de Anneke Van Giersbergen no dio lugar a un sonido tan horrible.

Deficiencias aparte, que supongo no fueron tan evidentes en otras partes del pabellón, Threshold hicieron todo lo posible por ofrecer un buen show. El grupo solo tuvo tiempo para descargar 4 canciones, centrándose básicamente en su último trabajo, “Dead reckoning”. Comenzaron con “Slipstream”, para desgranar a continuación un auténtico temazo, “Mission profile”, único guiño al pasado. Y, por si esos ocho minutos pudieran haber sabido a poco, nos obsequiaron con otro gran tema. Alegría desbordante nos sobrevino a algunos cuando vimos como Damian Wilson comenzaba con la frase “…in heavy consternation  I move across the hall”… El grupo nos ofreció la grandiosa “Pilot in the sky of dreams” de principio a fin, haciendo gala de la gran calidad que atesoran y, sobre todo, del buen hacer de Karl a la guitarra y Richard en el teclado. Enormes! (a pesar de esos malditos coros que no se oían). Para cerrar no pudieron haber elegido un mejor tema que “This is your life” para tratar de levantar el ánimo de un público, mayoritariamente pásivo, que solo se arrancaba a gritar cuando el bueno de Wilson citaba a los protagonistas de la noche, Within Temptation.

En definitiva, buena actuación por parte del grupo, a pesar de tener que lidiar con más de una dificultad, y con un Damian en buena forma, que tuvo a bien echarse un par de carreras hasta el ostracismo en el que permanecíamos los del lado izquierdo. Una verdadera pena el trato dado a ambos teloneros con la excusa de querer ahorrar tiempo en los cambios. Esperemos tenerlos algún día por nuestro país en mejores condiciones.

Texto: Laura Martín
Fotos: Jessica Lleonart

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