Tool no es una banda cualquiera: Tool es una banda poliédrica con un discurso tan interesante que necesita de intensas escuchas para intentar descifrar los enigmas, giros, cábalas y recodos que ofrecen todos y cada uno de sus temas. Son únicos (y tan talentosos) que se pueden permitir estar trece años sin sacar disco, manejar los tiempos como les plazca para finalmente lanzar el disco, en formato CD, con una edición sencillamente demoledora, a nada menos que 89€ arrasando en ventas por todos lado.

Desde que se anunciara que el 30 de agosto era la fecha escogida por los californianos para mostrar al mundo su nueva obra un hype desmedido se adueñó de la escena musical. Antes publicaron su catálogo en streaming (y volvieron a arrasar) haciendo sonreír a más de uno haciendo que agosto fuera el mes Tool, las vacaciones de muchos estuvieron amaradas por sonidos procedentes de torpedos sónicos Vicarious, Stinkfist o 46 & 2.

Ante la aparición del primer single: Fear Inoculum, a uno se le cortaba la respiración antes de dar al botoncito en forma de triángulo en la pantalla de su Smartphone… click y…la magia se adueñó de todo. Más progresivo que nunca y con ciertos ramalazos a A Perfect Circle la banda diseñó un corte magnífico: la puerta que enlaza el mundo tal y como lo conocemos con el mundo que la banda crea a su entorno, su universo particular.

Pero, ¿qué esconde este mundo, este universo? Siete composiciones que rallan a un gran nivel. El siete, precisamente, es un número que se repite en el álbum, además del corte 7empest (quince minutos que sacuden como un huracán desatado), el siete de agosto se publicó el primer single. Pero hay más… Adam Jones se dio cuenta que sus composiciones estaban creadas en compases de 7: 7/4 o 7/8, el diseñador gráfico responsable del art work, Alex Grey, también había trabajado sobre el concepto del número siete igual que le había sucedido a Maynard. Esto es solo un pequeño ejemplo de cómo funciona Tool. En los formatos digitales la banda añade tres interludios: Litanie Contre la Peur, Legion Incoulant e Mockingbeat. Mientras que en la edición de lujo del álbum (editada por Napalm Records) se puede encontrar un tema extra que suena a través de los altavoces y viene completada por una composición de video que se desarrolla en la pantalla 4D que alberga el packaging.

La banda suena milimétrica, con precisión quirúrgica quizás menos contundente que en otros discos, pero más progresiva. Maynard es una bestia, aunque no devora todoel disco, lanza precisos zarpazos adoptando un rol de hilo conductor, como Virgilio o Cicerone, mientras que Adam Jones zurce una y otra vez intrincados riffs vestidos con el plomo sonoro de Justin Chancellor (es increíble como los diferentes instrumentos toman el control de las composiciones en su debido momento).

No, no nos hemos olvidado de Danny Carey, es que necesita mención aparte… a los mandos de los sintetizadores y, sentando cátedra cum laude en la percusión, realiza un trabajo asombroso, magistral: Solo por lo que ha hecho en Pneuma hay que postrarse ante él. Baterías del mundo, escuchad con atención los breaks sobre la parte central del tema e intentad no poneros a llorar de emoción. En todos los temas deja su impronta bien marcada y hasta tiene un tema para él solito: Chocolate Chip Trip. Un tema un tanto desconcertante a base de sintetizadores en modo mantra sobre los que Dany dibuja un elaborado y complejo sistema de percusión. Aunque sea uno de los momentos que menos me ha emocionado del álbum la experimentación y el riesgo asumido si son reseñables. Sin duda la presencia del baterista es muy notoria en este disco, siendo, en mi opinión, el que más influencia le da a toda la obra: No solo su trabajo en la sección rítmica es simplemente majestuoso, sino que sus arreglos en los sintetizadores son las pinceladas que terminan de redondear los cortes.

Este es, sin duda, un disco que hay que escucharlo con mucha calma, paladeando todos y cada uno de sus matices, pero a bote pronto, Pneuma, Descending y 7empest forman un trío de composiciones de una calidad suprema. Descending es el tema que me impresionó desde la primera escucha, con riffs descomunales a cargo de Adam Jones adornados con los sintetizadores de Monsieur Carey. ¡El suave mecer de las olas al final del tema es tan evocador como definitorio! 7empest es una composición épica que se desata con un furia inusitada, un colofón bestial.

Feat Inoculum es una gran anaconda sonora, enroscándose lentamente alrededor de la víctima, hipnotizándola con sus majestuosos sonidos, sutiles, demoledores y letales cuando uno quiere darse cuenta de dónde está: La fuerza de músculo de esos riffs épicos, de los pesados beats, del tremendo bajo aplastan quitando hasta el último aliento mientras la lírica susurra al oído que hay seguir luchando.

Y es que probablemente este álbum y esta banda son la mejor versión de sí mismos que pueden llegar a ser en 2019. Han creado una obra grandiosa. Quizás podríamos echar de menos que el disco nos sorprendiera algo más a nivel sonoro. No me malinterpretéis, suena increíble, buenísimo, pero es (si es que eso puede ser un ‘pero’) lo que muchos esperaríamos de Tool. Tan solo le faltaría haber acabado de redondear temas como Culling Voices o Chocolate Chip Trip para estar ante un disco sin fallo. Los interludios mencionados para la versión digital son bellos, etéreos, dotan de sentido y continuidad al álbum enlazando los cortes perfectamente.

Dejémonos llevar a donde Tool quiere llevarnos: sentémonos y viajemos de la mano de esta banda cósmica. ¿Ha valido la pena esperar 13 años? ¡Por supuesto! Si con el Chinese Democracy se mascaba la tragedia aquí el nivel de exigencia se antojaba altísimo (a pesar de memes, chistes y chascarrillos) y vaya si han cumplido con su cometido. Esto no es Aenima, ni Lateralus ni tan siquiera 10.000 days pero es que tampoco hace falta: para eso ya crearon esos discos cuando tocaba. Desde ese lejano y crudo Undertow (1993) dónde empezaba a cocinarse la fórmula hasta este Fear Inoculum han pasado pocos discos (5), pero muchos años (26), mucha evolución en una gente sumamente inquieta y curiosa que siempre tienen una visión más allá de lo convencional, comprometidos con la experimentación y la música. Es una gozada tener bandas de este calibre, de esta calidad que sin salirse de su camino arrastren a tanta gente con un discurso nada fácil, un estilo nada sencillo… Da lo mismo la etiqueta que se les quiera calzar, todas les quedarán pequeñas, porque están en otra cosa: crear música, introspección, arte. La música como arte, el arte como herramienta, una herramienta para encontrar aquello que se está buscando, un catalizador para la búsqueda… eso es Tool.

Tool lo ha vuelto a hacer, como decía José María Carrasco en su programa de radio 3: “Tool es una religión”.

Marcel Palagós

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