Geoff Tate sigue homenajeando el «Operation:Mindcrime» de Queensrÿche por su 30 aniversario con sus compañeros de «Operation:Mindcrime» gracias a Kivents en Irún y Madrid la semana que viene, recordamos la reseña que hicimos en su día del clásico de la banda
Se cumplen ahora veinticinco años de la edición de uno de los discos de heavy metal clásico más conseguidos de la historia del género. No es exagerado afirmar que con este plástico Queensrÿche ingresaron, siquiera por unos pocos años, en el pabellón de las grandes luminarias del metal pesado. A la altura de obras como The number of the beast, British Steel o Master of Puppets, se puede decir sin temor a meter demasiado la pata que, con Operation Mindcrime, Queensrÿche facturaron la esencia de un género, el metal progresivo, del que luego otros como Dream Theater obtuvieron los réditos sin que, en el día de hoy, casi nadie parezca acordarse de que Queensrÿche ─que ahora es una especie de circo en el que dos formaciones con casi el mismo nombre se insultan entre ellas─ fue en tiempos una de las máquinas mejor engrasadas de hacer heavy rock que han existido nunca.
Ignacio Rielas
Operation Mindcrime, por supuesto, no surgió de la nada. Antes de ello, la banda había entregado un redondo, Rage for order, en el que ya aparecían las señales de una forma nueva de entender el metal. Rage for order era un trabajo más que correcto, pero Operation Mindcrime fue más allá no solo de lo que habían ido los propios Queensrÿche, sino mucho más allá de lo que ninguna banda de metal clásico se había atrevido a llegar hasta entonces.Estamos hablando de un trabajo conceptual, algo que por el momento había sido coto privado de los combos de rock más o menos convencional como Pink Floyd y The Who.
La lista de canciones del disco es impresionante. Potenciales clásicos del metal: por ejemplo, “Revolution calling”, que abre el disco con la insistente y demoledora golpeada de Scott Rockenfield a la batería y la no menos impresionante voz de Geoff Tate, quien por aquellos tiempos podía competir por el título de dios del metal que ahora se atribuye a Rob Halford.
Y siguen las canciones. “Spreading the disease” “Speak”, y la apabullante “The mission”, en la que los arreglos de teclados imbricados con las guitarras de Chris de Garmo y su adlátere crean una atmósfera especial como pocas veces se había conseguido hasta entonces en el mundo del metal. Y lo mejor aún estaba por llegar: “Suite sister Mary” es una pieza de diez minutos de duración en la que Geoff Tate comparte el trabajo vocal con la cantante Pamela Moore, lo que dota al artefacto de un dinamismo que no es que le hiciera mucha falta, vista la calidad de los temas oídos hasta el momento, pero que viene como anillo al dedo para reivindicar a Queensrÿche ─antes que Fates Warning y antes incluso que las estrellonas Dream Theater─ como verdaderos creadores del metal progresivo, una etiqueta a la que otros han sacado rentabilidad y que a ellos, de manera injusta e inexplicable, los ha dejado de lado.
Y en la segunda mitad de Operation Mindcrime encontramos los mejores temas del trabajo. Y si lo oído hasta entonces había puesto el nivel muy alto, ahora es que ya, directamente, hablamos de cotas estratosféricas.
“I don’t believe in love”, “Breaking the silence” y sobre todo el tema final “Eyes of a stranger”, con su simbología de completitud, de vuelta al principio, de círculo cerrado, dejan al oyente con la impresión de habérselas visto con un combo que entonces era grande, muy grande.
Tras Mindcrime, editaron otro disco tremebundo, Empire… y después, nada. A la edición de Promised Land, su última entrega con cierto interés, sucedería la atroz decadencia de una banda que hoy es solo una sombra de sí misma (bueno, dos sombras de sí misma, y no es un chiste, o no debería serlo).
Se han argumentado muchas explicaciones que intentan dar con el motivo de por qué unos músicos que habían sido capaces de golpear en las mismísimas puertas del cielo con un plástico como Operation: Mindcrime no solo no pudieron mantener el nivel, sino que cayeron, tan deprisa y con tanto estrépito, en una espiral creativa descendente que produce casi vergüenza ajena. Se ha dicho, por ejemplo, que el abandono del guitarrista Chris de Garmo sería por sí solo la causa que lo explicaría todo. Según esa teoría, De Garmo habría sido el alma del combo, el músico capaz de crear unas melodías y unas canciones que sus compañeros, sencillamente, no pueden igualar ni de lejos. De Garmo se olvidó de la música, se ocupó de otros menesteres. Hoy es un piloto de aviación. Sus excompañeros se tiran los trastos a la cabeza, contratan a músicos mercenarios y dan uno de los espectáculos más bochornosos a los que podemos asistir quienes un día amamos su arte.
Atrás quedaron los surcos de Operation: Mindcrime. Las mejores canciones de heavy metal que se podían oír en los ya lejanos años ochenta. El tiempo ha pasado. Hoy se puede decir bien alto que Queensrÿche, el Queensrÿche que nos hizo soñar, no existe: muchos nos negamos a tomar en serio a las dos formaciones (ambas mutiladas por el mal rollo) que compiten hoy por la propiedad de su devaluado nombre. Pero estas canciones y estos solos de guitarra son ya parte de nuestra memoria, y seguirán ahí cuando a nosotros nadie nos recuerde, para demostrar a los agoreros que el metal está muy lejos de extinguirse, y que nuestro género es tan válido (y tan intelectual cuando quiere) como la más sesuda de las creaciones de otros ámbitos musicales.
Ignacio Rielas
Temas:
1. I Remember Now (1:18)
2. Anarchy-X (1:27)
3. Revolution Calling (4:40)
4. Operation: Mindcrime (4:45)
5. Speak (3:43)
6. Spreading the Disease (4:07)
7. The Mission (5:48)
8. Suite Sister Mary (10:40)
9. The Needle Lies (3:09)
10. Electric Requiem (1:23)
11. Breaking the Silence (4:34)
12. I Don’t Believe In Love (4:23)
13. Waiting For 22 (1:06)
14. My Empty Room (1:32)
15. Eyes of A Stranger (6:39)
Web: https://www.queensryche.com/
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